martes, 12 de noviembre de 2013

DISOCIADOS EN BABELIA


Cubierta de Disociados



PALABRAS CRUDAS. Manuel Rico


En las zonas menos visibles del panorama literario crecen propuestas poéticas al margen, heterodoxas, en cierto modo "antisistema". Siempre ha ocurrido así: no hay más que recordar, de otras épocas, los nombres de Gabino Alejandro Carriedo, Justo Alejo, Miguel Labordeta o Aníbal Núñez, entre otros, para constatar que en cada momento histórico-poético y de manera más o menos discreta, asoman formas diversas de insumisión. La pequeña editorial Ya lo dijo Casimiro Parker, que hace tres años publicóContrapoesía (Antilogía de poetas revesados), integrando a cuatro autores cuyas obras oscilaban entre lo maldito y la vanguardia -Pedro Casariego Córdoba, Eduardo Scala, Gonzalo Escarpa y Antonio Martínez- y en las que prevalecía lo radical íntimo, publica ahora Disociados, antología sustentada también en la heterodoxia. En este caso se trata de una propuesta radical-realista, o de una heterodoxia en la que lo íntimo aparece siempre tatuado por la historia presente y las sevicias colectivas. Si la primera ponía el énfasis en la radicalidad del yo y en la experimentación y en el juego verbal y versal, Disociados lo hace en la radicalidad del nosotros y en la dicción directa, realista, descarnada a veces, en la que el yo aparece agrietado, insatisfecho, roto. También son cuatro los poetas que la integran y uno de ellos, Ángel Álvarez Caballero, El Ángel (Madrid, 1961-1994), también, como Casariego Córdoba, fallecido prematuramente y en circunstancias trágicas. Los otros tres son Karmelo C. Iribarren (San Sebastián, 1959), Roger Wolfe (Westerham, 1962) y David González (Gijón, 1964).
Disociados ofrece amplias muestras de la obra de estos poetas. En ella se advierten algunos rasgos comunes: crítica hacia la realidad heredada de la transición, conciencia de vivir sus secuelas menos confortables, reflejo de una experiencia agrietada. Ahí están los ecos de la movida y las consecuencias amargas que tuvo para muchos la droga en las últimas décadas del siglo, el mundo de los bares a la noche de las ciudades, el desempleo, la marginación, la falta de horizontes de los más jóvenes, la poesía como refugio frente a la intemperie o como denuncia de esa intemperie, el microcosmos de Lavapiés y la aventura de Malasaña (es el telón de fondo de los poemas de El Ángel), la cotidianidad marcada por la precariedad y por la visión corrosiva del mundo, la seducción que ofrecen los submundos cotidianos. En la breve introducción de Gsús Bonilla y José Ángel Barrueco (que no en vano la firman A medio camino entre Vallekas, Lavapiés y Malasaña) se destaca que la obra de todos ellos se caracteriza por "un incómodo decir, donde la palabra se enfrenta al poema de una manera dura, cruda y sin liturgias, sin falsedades o trucos". Eso sí, añado, cargada de ternura, de complicidad, de una tensa, seca a veces, emoción. De El Ángel se ofrecen textos de su inencontrable Los planos de la demolición y el poema, inédito, escrito pocos días antes de su muerte, titulado Del miedo. De Iribarren, una afinada selección de sus quince libros publicados y tres poemas inéditos; De Wolfe, una amplia selección de inéditos (un aliciente más para el lector) y una muy depurada selección de su obra publicada, y de David González, una rigurosa muestra de su extensa obra y un par de poemas inéditos. De todos ellos, como pequeños anexos, los antólogos recogen numerosos poemas breves, entre el haiku y el aforismo, que añaden originalidad al libro. La lectura de Disociados supone, para quien la aborde, un recorrido perturbador, inquietante. Ahí está el trasfondo oscuro, casi premonitorio de la poesía de El Ángel ("En el vertedero de mi alma anidan los halcones en invierno, / ven a verlos caer en picado"); la respiración cotidiana, próxima, entrañable y algo desesperanzada, de Iribarren ("Los viejos amigos ya no somos / amigos, pero vamos camino / de ser viejos. Algo es algo"); el refugio de la escritura frente a la hostilidad del mundo del medio de Wolfe ("Es bueno ser poeta. Pero la poesía / es una espera permanente; una sucesión / de tiempos muertos que de vez en cuando alumbra / la llama más o menos viva de una vela"); y, en fin, la radiografía cruda, sin concesiones, de la autobiografía de González ("My generation // se pone gafas de sol: / espejos: negros: / así nadie nota / que no ha derramado / una triste lágrima // my generation"). En la esquina turbia de la realidad, como una extraña aparición, esta antología tiene algo de lámpara necesaria para este siglo XXI casi inverosímil.


Manuel Rico. Palabras crudas. El País, Babelia 1.146. 9 de noviembre de 2013.

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