sábado, 14 de septiembre de 2013

INCENDIO por Ricardo Moreno Mira.


Cuando alguien, una tía o un marica normalmente, critica un texto por su falta de autenticidad (impostado?), es que no puedo evitar partirme el culo. Es normal, para gente q se pasa tres horas delante de un espejo, es normal, digo, la preocupación por la impostura. Mira, yo voy a explicártelo, los sentimientos y tus chorradas son para tu mama y el psiquiatra. Lo auténtico y otras paridas, para las portadas del Hola y el Superpop. La literatura no va de eso, es otra cosa. Tiene q ver con las palabras, gilipollas… Esa cosa q usas cuando escribes, el material con el q trabajas. La mayoría de los oficios conocen bien el material con el q trabajan, pero no parece q eso suceda con los escritores. Habría q entender esto bien, repetirlo una y otra vez, simplemente se trata de construir cosas con ellas, con las palabras, lo q hagas con tu vida y tu intimidad es para los reportajes de las revistas del corazón. Simplemente, hay que levantar una farsa creíble, una tramoya, un juego. Hacer que encajen las piezas. Montar un decorado. Alimentar una hoguera. Pero lo entiendo, muchos acabamos atrapados, como un auténtico retrasado mental, en un bucle, repitiendo una y otra vez lo mismo, como un autómata al que se le ha fundido algún plomo, dándonos cabezazos contra una pared, creyéndonos nuestras propias mentiras y chorradas (y las de otros). Es normal cuando tratas con un material inestable y crítico como este. Al final, acaban escribiendo tontadas, con cara de estar de vuelta de todo, como si pensar fuese estar estreñido, soltando pajas mentales y echando mierda. 10 miligramos de heroína, o no, me importa una mierda, bastan para comprender que una grieta en la pared de tu casa, una mancha de humedad, son suficientes para agotar tu mente y tu cuerpo. Pero eso no tiene nada q ver con las palabras, a no ser q seas capaz de reproducir eso con ellas. Estos y estas son los mismos que se asombran de q William Blake no hubiese salido jamás de la ciudad de Londres, que el imbécil de Walt Whitman fuese un tipo sin cojones, que T.S. Elliot fuese un banquero cabrón, Bukowski no se pasase todo el día borracho, Kafka, un niño de papá traumatizado... No se trata de q, sino de cómo, gilipollas. Y ni siquiera se trata de eso, del cómo... Ni siquiera tiene nada q ver con eso. Se trata de tu pericia para hacerlo a través de las palabras, de tu pericia con el material. El facebook y el blogueo parecen un nuevo vertedero donde acabamos casi todos nosotros, los perdedores. Empujándonos y escribiendo nuestras paridas y gilipolleces. Pero es q este es el camino de trueno, nene, y aquí se suda, se sufre, se deja uno la piel y el alma. No se puede ser una nenaza. Hay que hacer el payaso, como cualquier imbécil q trata de ganarse el pan. Se pierde la dignidad, si alguna vez la tuviste. La cabeza. La calma. Se aguantan las paridas de los idiotas y las idiotas, las bobadas de pastorcitas q alucinan y fardan aquí, como si fuese el descubrimiento del siglo, de su propia intrascendencia chorra, sin dejar de escribir sus cursiladas y paridas al mismo tiempo. Aquí se cacarea como una gallina. Y también hacen falta cojones, a la vez, ser un hombre, un gallo, bien hinchando de testosterona, sobre tu pequeño montón de estiércol, echarle huevos, sobreponerte a la náusea, el vértigo, la rabia, la vergüenza y seguir riendo, partiéndote el culo. Desinflarse en el camino. Alimentar la hoguera. El Incendio. Al final, eso es lo q cuenta. La hoguera… y reírte, todo lo q puedas, mientras puedas, aguantar el máximo tiempo posible en pie, en medio de tanta mierda, tanta chusma y tanto gilipollas.

Ricardo Moreno Mira


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