Cuenta el mito griego que una hermosa ninfa quiso conocer lo que el destino le deparaba al hijo que estaba por nacer. El adivino Tiresias identificó gran belleza para el niño pero le auguró un terrible final si llegaba a conocerse a sí mismo. Decidida a eludir el destino, la madre se retiró a un reducto del bosque para ocultar cualquier espejo que pudiera atraer a su hijo. Y así creció Narciso, dulce, hermoso, salvaje y sin otro contacto humano que el de su madre. Cuando llegó a la adolescencia, atraído por el sonido de las voces de unos cazadores, Narciso llegó hasta el río y allí quedó prendado de la belleza de un joven que le miraba arrobado al otro lado de las aguas. La fascinación de tanta hermosura le impidió apartarse y constató que el joven del río desaparecía si él se retiraba. Decidido a encontrarse con él, lo abrazó en el agua y pereció ahogado, cumpliéndose así el oráculo.
Cuando hoy se habla de narcisismo, apenas nadie recuerda el drama del joven fascinado por su propia imagen. Se sobreentiende la soberbia, el cinismo, la vanidad y el desprecio por el otro. Pocas veces se concibe el narcisismo como un refugio y casi nunca se presenta desde el miedo. En el relato que tenemos en las manos, el autor ha conjugado con sensibilidad el horror de la soledad y el abismo ante el encuentro con uno mismo en ausencia de otros que den significado a las propias experiencias.
La aventura del protagonista comienza con un desliz cotidiano, uno de esos accidentes tontos (como si los accidentes estuvieran dotados de inteligencia) que gira la llave de su mundo interior y le enfrenta a su propio yo. Nada más tentador para un psicoanalista que la interpretación de este acto fallido, este accidente doméstico producto de la negligencia, del descuido o, como en este caso, del deseo de mirarse en el espejo. Es un precio demasiado alto para un simple chequeo del rostro. ¿Por qué resulta tan peligroso buscar la propia imagen?
En muchas culturas existe la creencia de que el alma humana se esconde tras la imagen reflejada. Los estanques y ríos son peligrosos porque arrastran bajo sus aguas el alma de aquellos que se acercan demasiado para contemplarse. El riesgo de ser atrapado por la propia imagen especular es muy grande, pues detrás de ella está la locura, o la muerte. Dorian Gray, Alicia o la madrastra de Blancanieves dan buena cuenta de ello.
Pues bien, la acción comienza tras el intento fallido del protagonista en busca de su propia imagen en el espejo. El autor impregna el relato de un contenido frío, solitario y desprovisto de afecto, dibujando un vacío aterrador que ni siquiera un entorno tórrido puede caldear. Dentro y fuera del yo se extiende la ausencia de color, sumiendo al protagonista en la pasividad.
Vulnerable, desnudo e inmóvil, víctima de sus necesidades básicas insatisfechas, la única alternativa que le resta es iniciar la trayectoria de la introspección. Enfrentado al propio destino, el protagonista se debatirá entre su mundo interno y el mundo real, reduciendo la distancia que los separa, cuestionando su historia y sus deseos, dudando de sí mismo y de todo lo que le rodea.
El autor presenta la catástrofe como una oportunidad para la transformación y, fiel a sus raíces psicoanalíticas, no deja sin cumplir el oráculo freudiano de la compulsión a la repetición, según el cual lo que no se elabora se reproduce una y otra vez. No hay locura en el relato, sino demasiada realidad para ser asimilada sin fantasía y en soledad.
Ana Fernández Manchón
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Sinopsis
Luz fría es la breve historia de un hombre que tropieza y cae a plomo en su propio baño. No consigue levantarse y tampoco nadie acude en su ayuda. Es entonces cuando los minutos pasan y no queda más remedio que hacer balance y desmenuzar la propia vida como puro y simple entretenimiento. Será el momento de traer a la memoria la esperanza, el dolor o la intimidad de una existencia que no acaba de comprenderse demasiado bien. Una madurez decadente. De esa idea nace y toma forma esta novela aséptica como un fino bisturí de cirujano, con un corte limpio y profundo a toda una sociedad que continúa generando rechazo y frustración. Luz fría es también una gran historia secreta, un libro íntimo que desvela muchas de esas cosas que preferimos no reconocer abiertamente. Un lujo, claro, para el voyeur que somos. En definitiva, el nuevo asalto a la novela de un autor que no ceja en el empeño de buscar esa historia perfecta que hable de todos nosotros.
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