viernes, 2 de diciembre de 2011

EN LA CAMA CON BUKOWSKI, por La Pixelita




"No me pongas morritos"
No te los pongo.
Me los muerdo como si fueran las ganas.


Y después voy, y me deshago. Hay copos de nieve tras la ventana. Abro el libro por el prólogo. Ese que es posible que se parezca un poco a aquel que prometí escribirte si alguna vez...ya sabes. Los prólogos son necesarios, aunque creo, que muchas veces, no se leen. Uno compra un libro, deseando encontrarse con el principio, y se salta las páginas del prólogo. Y a veces, esas páginas dicen mucho de lo que hay escrito detrás. De lo importante. Confieso que yo misma me he saltado algunos. Pero el de este no.

Nos quieren quitar los acentos de algunas palabras...eso sí. Se atreven, y dicen que si queremos, los pongamos, no te jode. Pues claro que los voy a poner. Sólo así soy capaz de distinguir algunas cosas. Por los acentos.

Un perro del infierno...eso dijo. Y se quedó tan pancho. Y yo no dudo ni uno solo de sus versos. A veces, muerde, con rabia. Y te deja sangrando, lamiéndote las heridas. Pero siempre, siempre, ese dolor, va de la mano de un placer mayor. Y si no, ¿para qué estamos aquí? Si no es para sentirlo, con todos sus colores, con su blanco, con su negro, con su eco, con las subidas, las bajadas, los momentos de tormenta, la calma. Con sus sábanas templadas, con sus incertidumbres, sus miedos, su locura y su desorden. El amor.

Sólo me gusta la cerveza si va acompañada de versos. Eso ya lo sabes. Aunque te de coraje. Y en estos momentos en los que me siento más hueca que nunca, en los que siento que he perdido un poco el ritmo, voy a tragarme los versos de otros, con un buen trago amargo. A ver si así voy encontrándome poco a poco, y vuelven a surgir los propios.

Encontré las acuarelas. Y papeles en blanco entre los bocetos. Y una imagen de un continente visto desde el cielo. Lleno de hielo. Creo que los veo venir de lejos. Siento que están volviendo los colores. Tal vez sea casualidad. Pero ahora que no hay peso sobre mi cabeza, ésta se me llena de trazos de pincel.

Sienta bien acostarse con Bukowski. Te deja un sabor raro en la boca. Peculiar. Y sin darte cuenta te has tragado doscientas páginas. Con la sensación de que a veces, no importa mucho como enlaces las palabras, si al final, el amor, es un perro del infierno.

Extraído de Caos de bolsillo (a través de Vara)

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