Vi que Lorca iba a Nueva York en el gemelo del Titanic. Vi a esa niña mejicana que posaron al otro lado de la frontera. Me gustó lo que le contestó a la policía cuando le preguntaron quién le esperaba en USA y en qué ciudad vivía. La niña les dijo que un hombre que era su tío y que solo sabía que donde vivía su tío había nieve. Truman Capote guardó una cosa hasta el final. Algo que llevaba con él a todas partes desde niño. La cajita de galletas de jengibre de su prima Sook. Pequeños hombres de jengibre, secos y disecados. Vi a Ursula K. Le Guin paseando una cuerda por una playa en 1994. Vi una foto de Andy Warhol en el campo. Andy compró una casa y no pasó ni una noche en ella. Estaba cerca del mar. Vi que las tías excéntricas de los narradores acaban siendo las narradoras de sus recuerdos. Esas tías, con pañuelos azules y blancos en la cabeza, les hacen pensar a lo grande desde niños. Tías que decían lo primero que se les pasaba por la cabeza y cantaban cosas hermosas tumbadas en las camas. Sobrinos excéntricos de tías extremadamente excéntricas que siguieron fumando hasta última hora. Tías que no salían de casa desde el huracán de 1938.
Víctor Pérez
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