Sé que pertenezco al viejo sordo que come un cucurucho sentado en un banco del parque.
Sé que pertenezco a los asesinos del tiempo donde se columpia mi mascota.
Sé que pertenezco a la miga de pan que da a caer sobre el cadáver de una tórtola.
Y, sin embargo, aquí, donde me digo que estoy
no estoy en verdad.
No pertenezco a estas paredes que se achatan con cada hora que pasa.
Sí, la sangre. Pero no es la mía, sino la suya.
Sobre mis ojos cansados se vislumbra el mapa del desamor.
Alberto Masa
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