Cuando de nuevo pierdas la cabeza
por saber el nombre
de otra canción que te vuelve loco,
recuerda a aquella mujer
que durante largo tiempo amaste
y que nadie sabía decirte entonces
cómo se llamaba; la misma
que por fin fue tuya,
que su gemido
era tu música en la rutina,
hasta que vino a reclamarla
otro amante, otro
escenario, otra vida.
Pongamos que su nombre
es Lady Shazam,
la que, a veces, de repente,
te devuelve la radio
con un golpe de añoranza,
mientras sigues lavando
los platos rotos de aquellos días.
Abel Santos
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