Ayer o antes de ayer, ya no lo recuerdo bien, después de años y paños, entré en la nueva casa de mi padre. Él no estaba. Fisgué en la biblioteca, escasa, todo hay que decirlo. La mayor parte se la robé yo de adolescente para venderla en librerías de ocasión e ir a gastarme las pelas en las salas de juegos. Ayer, fiel a mi costumbre de palero, vi este libro del recientemente fallecido Norman Mailer, y se lo levanté y me lo guardé en mi bolso de mano. He de decir, para mayor verguenza propia, que este librito se lo hábía regalado yo, pues a mi viejo le flipaba Cassius Clay...
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