Al Pope
mi sangre.
Hubo una noche en que tuve que salir por patas
de la pollería porque se estaban juntando nueve
quinquis o más en la esquina para entrarme a saco.
Llevaba meses teniendo movidas chungas,
curraba solo, de 6 a 12, y los maderos me habían dicho
que no podían intervenir hasta que no nos hiriéramos.
Aunque los maderos nunca vinieron en persona.
El problema es que estábamos en La Cuesta
y no en Candelaria,
ya sabes,
si nadie te conoce y no tienes cobertura estás vendido.
mi sangre.
Hubo una noche en que tuve que salir por patas
de la pollería porque se estaban juntando nueve
quinquis o más en la esquina para entrarme a saco.
Llevaba meses teniendo movidas chungas,
curraba solo, de 6 a 12, y los maderos me habían dicho
que no podían intervenir hasta que no nos hiriéramos.
Aunque los maderos nunca vinieron en persona.
El problema es que estábamos en La Cuesta
y no en Candelaria,
ya sabes,
si nadie te conoce y no tienes cobertura estás vendido.
Pues la noche que te digo los veía arrejuntarse a través
del ventanal frente al escaparate de la tienda de muebles.
Eran más de lo habitual, llegaban en coches o en motos
de a tres,
se acercaban a mitad de la calle sin llegar a cruzar,
riendo, chillando, vacilándome a gritos, y volvían a la acera.
del ventanal frente al escaparate de la tienda de muebles.
Eran más de lo habitual, llegaban en coches o en motos
de a tres,
se acercaban a mitad de la calle sin llegar a cruzar,
riendo, chillando, vacilándome a gritos, y volvían a la acera.
En el pueblo estaban al tanto. Cuando llegaba a la plaza a las
tantas y los encontraba cambados de fumar choco
les contaba la historia, que estaba jodido, que iban en serio,
estaban locos y eran muchos. Ellos me decían que si hacía falta
iba una partida a arreglar las cosas, dos coches, no más.
Yo les decía que no porque de algún modo
todavía quería intentar mantener
ese trabajo precario de mierda.
tantas y los encontraba cambados de fumar choco
les contaba la historia, que estaba jodido, que iban en serio,
estaban locos y eran muchos. Ellos me decían que si hacía falta
iba una partida a arreglar las cosas, dos coches, no más.
Yo les decía que no porque de algún modo
todavía quería intentar mantener
ese trabajo precario de mierda.
Realmente aquella vez lo necesitaba. Era la típica escena
del Séptimo de caballería pero en un barrio chicharrero.
En serio, era el momento de la estúpida bandera,
la música, los disparos y un pelotón de uniformes a mi rescate.
Pero pensé que hay hombres más fuertes, leales, y grandiosos
que cien multitudes. Existen pocos pero los hay.
Y pensé también que le jodan a mi jefe, a su coca, a su Cadillac.
Y llamé al Pope.
del Séptimo de caballería pero en un barrio chicharrero.
En serio, era el momento de la estúpida bandera,
la música, los disparos y un pelotón de uniformes a mi rescate.
Pero pensé que hay hombres más fuertes, leales, y grandiosos
que cien multitudes. Existen pocos pero los hay.
Y pensé también que le jodan a mi jefe, a su coca, a su Cadillac.
Y llamé al Pope.
De hecho ni hablamos. Marqué su móvil, lo dejé sonar un tono
y colgué. En treinta minutos apareció montado en esa moto blanca
robada que tenía entonces. Rechinando mandíbula. Tenso.
Resoplaba, los miraba fijamente: ¿Son ésos, Pons? ¿Son ésos?
Cerré el local dos horas antes y nos fuimos por la carretera vieja.
y colgué. En treinta minutos apareció montado en esa moto blanca
robada que tenía entonces. Rechinando mandíbula. Tenso.
Resoplaba, los miraba fijamente: ¿Son ésos, Pons? ¿Son ésos?
Cerré el local dos horas antes y nos fuimos por la carretera vieja.
Eso fue en aquel garito antes de que lo reformaran.
Cobraba una miseria, y estaba sin contrato.
Otro día con más tiempo te cuento quién es El Pope,
porque te juro que existe.
Cobraba una miseria, y estaba sin contrato.
Otro día con más tiempo te cuento quién es El Pope,
porque te juro que existe.
Lluis Pons Mora, poema inédito.
No hay comentarios:
Publicar un comentario