Me ha costado meses, pero al fin encontré un ejemplar de “La nueva carne. Una estética perversa del cuerpo”, en edición de Antonio José Navarro y con colaboraciones de especialistas en el género como Rubén Lardín, Ángel Sala, Antonio Weinrichter o Jesús Palacios. Es uno de esos libros de la colección Intempestivas de Valdemar. Muchos de ellos son de lectura obligatoria para los amantes del cine y la literatura. “Monster Show”, “Danza macabra” o este de “La nueva carne” se devoran, crean adicción. Aún tengo unos cuantos pendientes de lectura, pero todo se andará. Los ensayos reunidos aquí, acompañados de fotografías en blanco y negro, analizan la obra de artistas en diferentes lenguajes: el cine (David Cronenberg, Clive Barker y David Lynch), la literatura (Clive Barker, William S. Burroughs y J. G. Ballard), el cómic (Charles Burns) o el arte gráfico y el diseño (H. R. Giger), entre otros.
Nunca había reparado en el concepto de “nueva carne”, que acuñó David Cronenberg en “Videodrome”, con la frase “¡Larga vida a la nueva carne!”. En “Crash”, la película del año noventa y seis basada en el magnífico libro de Ballard, Vaughan, quizá el personaje más extremo de todos, está fascinado por la remodelación de la carne humana mediante la tecnología. El concepto de “nueva carne” alude a una serie de procesos físicos (y también de orden mental: el aspecto exterior como metáfora del aspecto interior de un hombre) en los que el cuerpo es transformado por deformidades, mutaciones, injertos, enfermedades, torturas, pústulas, llagas, metamorfosis, etcétera. Tal y como apunta Jesús Palacios, “La ciencia misma, centrada en las últimas décadas en el estudio de la genética, la biología, la nanotecnología y la cirugía, es el mayor y más claro exponente de la Nueva Carne”. Y, en el prólogo, Antonio José Navarro apunta que faltan capítulos dedicados a otros cambios corporales, con lo cual podrían incluirse en el concepto los tatuajes, los piercings o “las performances más atroces”. Las obras que abordan esta estética perversa del cuerpo no son fáciles de digerir para públicos acostumbrados a historias menos sórdidas y enfermas. Por eso, se citan numerosas veces “Hellraiser”, “Crash”, “Agujero negro”, “Rabia”, “eXistenZ” o “El almuerzo desnudo”, obras nada complacientes con ese público que se espanta si lo sacas de la comedia romántica y la novela histórica. “La mosca”, en versión Cronenberg, es una referencia ineludible: en ella, el protagonista primero muta y, mientras desarrolla esos cambios, va perdiendo partes de su cuerpo. Convirtiéndose en algo distinto que deberá aceptar. En un hombre-insecto.
“La nueva carne” es una guía muy útil sobre los aspectos más extremos y siniestros de esa cultura que aboga por presentar anomalías, mutaciones y cambios corporales tras los accidentes. Su lectura abre los ojos. Te invita a leer ciertos libros y cómics y a ver ciertas películas bajo otro prisma. Ahora entiendo mejor el “Agujero negro”, de Charles Burns, espeluznante cómic por entregas reunidas ahora en un único volumen. Tras la lectura de este título de Valdemar, me he propuesto repasar la filmografía de Cronenberg. Veo otra vez sus películas, las reviso. Me ha fascinado “eXistenZ”, que en su estreno me gustó, pero no tanto como esta vez. Volveré a ver esta semana “El almuerzo desnudo”. Hace meses vi el filme y releí la novela de Burroughs. El concepto de “nueva carne”, por cierto, se acopla a la perfección a estos tiempos, en los que imperan los cambios regidos por cuestiones estéticas: piercings, cirugía, trasplantes, tatuajes, colágeno y silicona.
Nunca había reparado en el concepto de “nueva carne”, que acuñó David Cronenberg en “Videodrome”, con la frase “¡Larga vida a la nueva carne!”. En “Crash”, la película del año noventa y seis basada en el magnífico libro de Ballard, Vaughan, quizá el personaje más extremo de todos, está fascinado por la remodelación de la carne humana mediante la tecnología. El concepto de “nueva carne” alude a una serie de procesos físicos (y también de orden mental: el aspecto exterior como metáfora del aspecto interior de un hombre) en los que el cuerpo es transformado por deformidades, mutaciones, injertos, enfermedades, torturas, pústulas, llagas, metamorfosis, etcétera. Tal y como apunta Jesús Palacios, “La ciencia misma, centrada en las últimas décadas en el estudio de la genética, la biología, la nanotecnología y la cirugía, es el mayor y más claro exponente de la Nueva Carne”. Y, en el prólogo, Antonio José Navarro apunta que faltan capítulos dedicados a otros cambios corporales, con lo cual podrían incluirse en el concepto los tatuajes, los piercings o “las performances más atroces”. Las obras que abordan esta estética perversa del cuerpo no son fáciles de digerir para públicos acostumbrados a historias menos sórdidas y enfermas. Por eso, se citan numerosas veces “Hellraiser”, “Crash”, “Agujero negro”, “Rabia”, “eXistenZ” o “El almuerzo desnudo”, obras nada complacientes con ese público que se espanta si lo sacas de la comedia romántica y la novela histórica. “La mosca”, en versión Cronenberg, es una referencia ineludible: en ella, el protagonista primero muta y, mientras desarrolla esos cambios, va perdiendo partes de su cuerpo. Convirtiéndose en algo distinto que deberá aceptar. En un hombre-insecto.
“La nueva carne” es una guía muy útil sobre los aspectos más extremos y siniestros de esa cultura que aboga por presentar anomalías, mutaciones y cambios corporales tras los accidentes. Su lectura abre los ojos. Te invita a leer ciertos libros y cómics y a ver ciertas películas bajo otro prisma. Ahora entiendo mejor el “Agujero negro”, de Charles Burns, espeluznante cómic por entregas reunidas ahora en un único volumen. Tras la lectura de este título de Valdemar, me he propuesto repasar la filmografía de Cronenberg. Veo otra vez sus películas, las reviso. Me ha fascinado “eXistenZ”, que en su estreno me gustó, pero no tanto como esta vez. Volveré a ver esta semana “El almuerzo desnudo”. Hace meses vi el filme y releí la novela de Burroughs. El concepto de “nueva carne”, por cierto, se acopla a la perfección a estos tiempos, en los que imperan los cambios regidos por cuestiones estéticas: piercings, cirugía, trasplantes, tatuajes, colágeno y silicona.
José Angel Barrueco, del blog Escrito en el viento.
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