Con mierda de perro.
Era con mierda de perro
con lo que los rellenábamos.
Cohetes,
de plástico blanco,
que comprábamos
por algo menos de cinco duros
en la panadería.
Y reemplazábamos
los polvos pica-pica de su interior
por eso,
por mierda de perro.
Para lanzarlos
después
a las ropas, sábanas,
recién lavadas,
tendidas,
limpias,
en las terrazas.
Javier Das, de Sin frío en las manos (inédito).
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