viernes, 4 de julio de 2008

EL ARTE DE LOS EXCESOS by Jesús Sánchez.


Corrían tiempos de conformismo extasiante por el nuevo continente, que golpeaba a su sociedad haciendo del miedo su filosofía gobernante. Eran los años 50 y los juicios por espionaje y la guerra fría abanderaban la resignación social, mientras el caldo incorfosmista seguía hirviendo allá donde la vida dolía de verdad. La casualidad hizo que en la Universidad de Columbia coincidieran una serie de personalidades diversas pero afines a un mismo espíritu aventurero, obsesionados por el crimen, las drogas, el sexo y la literatura. Nombres que se negaban a aceptar la realidad impuesta en pos de una nueva visión que se deslizaría velozmente a ras del suelo, levantando el polvo que no tardó en irritar los ojos de quienes consideraron este movimiento como una amenaza, tanto por su protesta como por haber hecho de la espontaneidad su forma de vida. Seguramente esta prestigiosa Universidad no quiso ser la cuna de este movimiento, pero lo cierto es que allí llegaron desde distintos puntos y con distintas edades, sorprendiendo incluso como pudieron llegar a convertirse en amigos personalidades en principio antagónicas.

Allen Ginsberg era el más joven de todos (contaba con 17 años cuando conoció a Jack Kerouac de 22, este era el machito jugador de fútbol y Ginsberg un tímido homosexual acomplejado) y fue quien ayudó a pulir las asperezas presentes en los primeros textos de Kerouac y compañía, porque todos los que terminaron acercándose a este grupo terminaron escribiendo algo. Ambos tenían un amigo común, Lucien Carr, quien presentó al mayor de todos, William Burroughs, dejando sorprendidos a estos pipiolos por su vocación desmesurada hacia toda clase de drogas y su erudita madurez. Curiosamente todos coincidían en aspectos tales como; problemas psicológicos (sexuales), uso y abuso de las drogas y el alcohol, amor a la marginación y ansia por experimentar mas allá de la hipocresía social. Este apego a la realidad se llamó "realismo sucio". Un estilo narrativo directo al estómago de los convencionalismos. Era la vida narrada como tal, haciendo de las drogas, el mundo del hampa, las juergas, los viajes (internos o externos), los problemas existenciales y el jazz, un mundo nuevo con un sinfín de recovecos y bifurcaciones que no buscaban meta alguna.

Paulatinamente irían apareciendo Corso, Neal Cassady o Hal Chase mientras el grupo comenzaba a visitar locales poco recomendables, llenos de humo y músicos negros, donde el Be-Bop hervía fervientemente, donde músicos como Charlie Parker (uno de los héroes de esta generación, no sólo por su música, que sería imitada por la prosa beat, sino también por su forma de vida) marcaban el ritmo con solos acelerados que parecían venir del santísimo infierno. Este inconformismo enamorado de la vida suburbana, y de todas las alternativas que esta ofrecía, desarrolló un estilo narrativo apegado a la crudeza de su día a día, y exaltado metafísicamente al narrar sus encuentros con toda sustancia que alterara los sentidos, confirmando así el reproche hacia los valores establecidos por la sociedad capitalista.

Conforme la Universidad y los locales del próximo Harlem comenzaron a quedarse pequeños el grupo sentía la necesidad de movilizarse, puesto que "el dolor se calma con el movimiento".

Había llegado al termino de la blanca...Desde hacia mas de un año no me había bañado ni me había cambiado de ropa. Ya ni siquiera me desvestía, salvo para plantar a cada hora, la aguja de una jeringa hipodérmica en la carne gris y fibrosa, carne de madera del estadio final de la droga.

Festín desnudo, W. Burroughs.

Esta visión romántica, renovadora y salvaje demostró que se podía despojar de toda moralidad, rechazó toda postura política por considerarla opresiva y demostró que existen vías alternativas a las establecidas, no imponiendo reglas a nadie excepto a sí mismo. De esta manera, en sus textos, los sonidos del jazz son casi palpables y la benzedrina, la heroína, la marihuana, el LSD, etc., forman parte (en ocasiones lo son) de los viajes que emprendían repetidamente. Sus relatos disparaban contra la religión, la sexualidad, la burocracia, los ejércitos…sirviéndose de la improvisación acelerada del jazz. De hecho, el libro que fue considerado como el manifiesto por excelencia de esta generación ("on the road"- Jack Kerouac), fue escrito bajo los efectos de la benzedrina en tres días.

Como consecuencia de esta revolución intelectual emergió la frágil vida bohemia cultural norteamericana, desbordando su energía en los movimientos juveniles de la época. Su lucha por la liberación espiritual derivó hacia una liberación sexual, especialmente homosexual, que hizo fraguar los movimientos de liberación de la mujer y de los negros.

Finalmente todo acaba siendo una mentira o una verdad mal interpretada y alguno de estos beatniks que tanto maldijeron el "american way of life" y el consumismo, acabaron publicitando artículos por televisión. Pero la paradoja viene aquí: Willians Burroughs, considerado una de las personalidades más complejas del mundo y escritor de uno de los mejores libros del siglo XX (el almuerzo desnudo), drogadicto convencido desde prácticamente la adolescencia (dijo haberse metido más de un millón de dólares por la vena), que mató a su mujer de un tiro en la frente e incluso llegó a recitar cuentos acompañado de la guitarra de Kurt Cobain (fan indiscutible de Burroughs), celebridad absoluta del mundo underground, anunció Nike por televisión cercano a los 83 años que le dieron muerte.

Demando que la raza humana
Cese de multiplicar la especie
Saluden con una reverencia, se retiren.
Ese es mi consejo.
Y como castigo o recompensa
Por realizar esta petición
Renaceré el último de los humanos
Oraré, lloraré, comeré, cocinaré...
Y una mañana ya no me levantaré de mi estera

Poesía – Jack Kerouac

Jesús Sánchez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Buenas. Quería simplemente señalar que el poema final que le atribuyen a Kerouac es en realidad de Ginsberg.
Muy buena la nota.