Raymond, el hombre de vidrio, lleva 20 años sin salir de casa. Sólo es capaz de ver el mundo a través de la reproducción de un cuadro de Renoir. Fantasía y realidad se juntan en Le fabuleux destin d'Amelie Pulain a través del cuento. Todos tenemos que quitarnos la venda alguna vez. La del sistema, la de la economía, la de la literatura, la del cine. La manipulación está por todas partes. Supongo que por eso se dice que la realidad supera a la ficción. El alcalde de Fago, Rocío Wanninkhof, El Sheriff de Coslada… La ficción busca argumento en la realidad. TVE también. Nos venden una realidad, la que va interesando. La propaganda de un régimen, la publicidad del capitalismo… qué más da. Te manipulan desde niño. Los Reyes Magos, el Ratoncito Pérez, Papa Noel… Una enorme mentira, una ficción inducida que nos inculcan en pos de hacernos más felices, o más dóciles. Una mierda. Cuando eres niño deseas ser mayor. Cuando eres mayor intentas ser niño. Quería saber la verdad, necesitaba saber si era realmente Baltasar el gracioso que se bebía el vaso de leche y dejaba los regalos. Siempre me olió mal, pero quise creer. Me auto-engañaba -como cada vez que me pongo a estudiar la oposición-. Pero llegó un punto en el que ya no podía más. Tenía que saberlo sin preguntar, tenía que deducirlo y verlo con mis propios ojos, sin la venda. Tautología. La lógica nos ayuda a entender muchas cosas, o al menos descarta las posibilidades absurdas. Joder, no había tiempo físico. Era imposible que estuvieran en todas las cabalgatas de España a la vez. Pero cuando eres pequeño no tienes capacidades para ver el mundo más allá de lo que te han explicado. Raymond, el hombre de vidrio, se refugiaba en el cuadro y fantaseaba con él. Ya había visto la cruda realidad de su enfermedad degenerativa y su inutilidad. Necesitaba escapar. Yo también. Necesito escapar de Madrid. Tenía una espinita clavada. No sólo no he estado en los States, tampoco he visitado París. Ahora ya no soy un niño, soy capaz de dilucidar engaños. Ya no veo pelis de industria americana, me encanta el cine francés. Le fabuleux destin d'Amelie Pulain es especial, o al menos distinta. Una fábula para animar al mundo a seguir creyendo en los pequeños detalles, en las piezas del puzle que conforman tu vida. Un poco de aire y una sonrisa tierna. Sigo sin estudiar la oposición. Pero curiosamente, Amelie no se grabó en un estudio, quisieron plasmar la verdadera realidad de París. Le Café des 2 Moulines existe de verdad, tal y como salía en el filme. Está en el 15 rue Lepic. Desde que el cine le dio vida es un lugar de culto. En breves dejaré de fantasear y dormiré muy cerca, donde también durmió Van Gogh. No tengo muchos mitos humanos, pero si tengo mitos geográficos. New York, Canadá, Africa… de momento son fantasías. Nuestras fantasías en Montmartre, mon amour, pronto serán realidad. Pero no tomaremos café ni compraremos tabaco, no. Los cuentos son para leerlos.
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[Mario Crespo. Extraído de su blog, El viento que agita la cebada]
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