viernes, 11 de abril de 2008

Fragmento de ¡VIVA LA GUERRA!, de Javier Marroquín



Primera parte

Trabajar, ¿para qué?

El embajador español se levantó con la intención de soltar un pequeño discurso, y yo pensé: ¿Qué es esta estupidez de largar un discurso a estas alturas, si ni siquiera tiene embajada? En la mesa había unas quince personas, entre el personal de la embajada de Bosnia, los miembros de una organización del ayuntamiento de Barcelona, y los trabajadores de las ongs españolas. El rumor era que la mujer del embajador era venezolana y no habían podido, en todo este tiempo, encontrar una residencia para sus excelencias. La señora quería pintar las paredes con tono melocotón, y eso debía resultar difícil en Sarajevo. Vivían en el Holiday Inn, a la espera de la pintura.
A mí todo aquello me parecía ridículo, si hasta los turcos tenían embajada. Todos menos nosotros. Bosnia era el centro político y militar de mediados de los años noventa, y allí estaba aquel pequeño ente barbudo, intentando explicar porque España no tenía embajada en Sarajevo, a pesar de contar con unas cuantas ongs españolas, el ejército español, y muchos españoles en el terreno.
El discurso no lo recuerdo, porque no lo escuché. Yo venía de una ciudad distinta, Zenica, y hacía poco que vivía en la capital de Bosnia. Yo era un auténtico voluntario, una persona que trabaja por poco o por nada a cambio, porque tiene unas ideas utópicas y entupidas sobre el mundo, y la primera era El dinero es algo Secundario, lo importante es la Solidaridad y la Revolución.
Zenica era mi ciudad.
Llevaba allí metido, en aquel amasijo industrial desecho, hacía año y medio. Trabajaba como coordinador de campo de desplazados en el campo de Banlozi, un conjunto de bungalows construidos por el Consejo Noruego de Refugiados para dar cobijo a unos mil desplazados bosnios, la mayoría del norte del país, ahora ocupado por los serbios. Allí vivía con ellos, dormía con ellos, trabajaba con ellos, y bebía con ellos. El día que abrieron las carreteras de acceso a Sarajevo por primera vez, nos largamos un fin de semana a conocer la tristemente famosa capital balcánica.
Pero las cosas habían cambiado, ahora vivía en Sarajevo, tenía un trabajo en el que me pagaban otra miseria, pero que me hizo abrirme al mundo de las grandes ongs y al mundo de las Naciones Unidas.
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[Nota: Este es el principio del libro de Javier, aún inédito, que lleva por título ¡Viva la guerra! En sus páginas cuenta su trabajo en las ongs de Africa y Asia. Como él mismo dice, se trata de "un libro cañero, sin concesiones ni putos héroes". Esperemos que salga pronto.]

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