miércoles, 23 de abril de 2008

Un Hankover-Cola, por favor, por Mario Crespo


Nunca he sido muy mitómano. Mejor dicho, nunca he sido nada mitómano. Desde que Sabrina enseñó su teta en aquella gala de nochevieja del año 88, no recuerdo haber tenido ningún mito como referente. Poco después descubrí un grupo llamado Héroes del Silencio. Quedé encandilado. Tiempo más tarde la banda se fue poniendo de moda hasta crear una pseudo-tribu urbana que imitaba la estética de Bunbury; con sus pañuelos, su ropa negra y sus pelos al viento. Entonces perdí interés por los zaragozanos. No es que quiera ser el más guay de la clase, ni el más mega-original ¡Que va! Es que las adhesiones sectarias me echan para atrás. Sí, ya sé que soy del Real Madrid. Pero eso es caso aparte. Yo sólo disfruto con los éxitos del equipo de mi ciudad. Con los del Zamora C.F. Vamos, que salvo las pírricas victorias en su liga de la 2ªb, poco disfruto. Pero es lo que me pide el cuerpo. Yo tenía que haber sido del Atleti, ¡joder! Voy a invertir la pregunta (espero que César Vidal no me tilde de bujarra): Papá, ¿por qué NO somos del Atleti?
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Con la literatura me pasa un poco lo mismo. El hecho de que Bukowski se haya convertido en un icono representativo de cierto núcleo intelectualeta formado, en algunos casos, por gente que compró la etiqueta de “maldito” en una tienda fashion de Fuencarral, me llevaron a prestarle poca atención al viejo diablo. ¡Vamos, por favor! Vivimos en un mundo de clase media acomodada y no creo que a ninguno de nuestra generación le haya faltado nunca nada. Vale, puede que algunos no les llegara para un Cuore o un Negrito, pero al Frigo Dedo y al Drácula aspirábamos todos, o casi todos. Por otro lado, jugar a alcohólico, a perdedor, o a degenerado que aspira a cumplir el sueño americano, no dejan de ser una adhesión atrezzada y vacua. Y más aún en la España actual.
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No estoy escribiendo este texto con ánimo de crítica, sino con sinceridad. Lo hago porque me he acabado el libro y me apetecía hacer una reseña. Cuando el río suena.... Como decía, no soy un gran conocedor de la obra de Hank y consecuentemente he de asumir mi ignorancia en el tema, pero tampoco soy el típico prejuicioso que vomita la comida antes de ingerirla. La idea de homenajear al Bukowski literario, a su alter ego, Hank Chinaski, me parecía, cuanto menos, interesante. Por eso acudí raudo a comprar un ejemplar. He leído críticas algo duras en contra de este libro. No ya por su contenido sino por el mero hecho de existir. Porque sus autores son muy jóvenes y sus recopiladores muy viejos. Porque no se puede homenajear a un viejo indecente. Porque no está bien ser mitómano… Yo, como todos, me equivoco en muchas cosas. Pero existe una máxima que mi padre me enseñó hace años y que siempre intento respetar: "No se puede despreciar lo que se ignora, hijo". Así que, filiaciones personales y virtuales aparte, me compré este libro para después, en unas horas de transporte público, bebérmelo de un par de tragos. Me he llevado una gratísima impresión. ¡Menudo resacón!
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Cuando alguien quiere rendir homenaje a alguien tan peculiar y pintoresco como Bukowski es fácil caer en los clichés y en los tópicos. Creí que muchos textos serían iguales o similares. Pero no. Tan sólo se parecen. En este sentido he de decir que, en líneas generales, me han encandilado más los textos que se han hecho desde “fuera” del universo bukowskiano que los que presentan a Hank o emulan su ambientación. No voy a hacer una crítica literaria ni un análisis puesto que, además de no ser crítico, son muchos los autores participantes y me dejaría infinidad de cosas en el tintero. Tendría que recurrir al topicazo de “no son todos los que están ...”. Teniendo esto en cuenta, he decidido limitarme a destacar lo que me ha parecido más reseñable desde mi opinión de simple lector y de profesional de la información. El relato de mi paisano José Ángel Barrueco ya lo traté en un post anterior (aquí), pero es uno de los que me más me ha gustado. Por lo demás, el texto que más me ha llegado es posiblemente el de Javier Marroquín (La Parada). Es una forma de adaptar la literatura oscura de Bukowski a un relato semi-actual, realista, propio, y entretenido. Un caso similar es el de Kike Turrón (¿Vamos de culo? Te invito si quieres). Posiblemente el que más engancha de todos. La verdad, es que resulta intrigante llegar al final del relato. Y el final está a la altura. Es un texto suelto, moderno en el lenguaje y sobre todo muy coherente con el todo. Manuel Vilas (Redondo Beach), se pertrecha de un estilo casi agresivo para llevarnos a través de un relato brutal que te golpea. Un texto de esos que se te quedan en la retina. Caso aparte es el texto de David González (El camino de regreso a casa). Su realismo seduce a cualquiera. Desconocía en gran medida su faceta de narrador y he de decir que me ha dejado anonadado. La facilidad prosaica que atesora nace de su interior. Vamos, digo yo. Soltar así la pluma no es un academicismo, no se aprende en una escuela, ¡Que va! Se saca o no se saca. Pero es tan solo tu propia necesidad de expresión la que te incita a plasmarlo sobre el papel con tanta garra. ¡Grande, David González! En cuanto a la poesía voy a destacar sólo a Ana Pérez Cañamares. No es que los demás no sean destacables, pero considero que siendo yo un mero aficionado a la poesía no puedo opinar con mucho criterio argumental.
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Así pues, llevado por el sentido del gusto, estás son las pinceladas que mi decrépita y resacosa pluma pueden aportar a este proyecto. Está tarde, sofá y películas. La mejor manera de pasar la resaca.
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Enhorabuena a todos los que han formado parte de esta antología que en su conjunto merece toda mi admiración y que además me ha ayudado a quitarme algún resquicio de prejuicio que aún me quedaba.
Publicado por Mario en 7:50
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[Extraído del blog El viento que agita la cebada. Una visita al post: aquí. Gracias, Mario]

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