Nunca supe su nombre. Tampoco ella el mío. Un día le comenté que la situación se parecía al último tango en París, pero no había visto la película. Algunas veces me he preguntado (porque lo he olvidado) cómo llegamos a esa habitación de hotel, cómo fuimos capaces de mantener una relación tan extraña. Seria, aunque sostenida únicamente por el sexo.
(Creo que nos enamoramos).
No hablábamos demasiado, yo no sabía nada de ella ni ella de mí. Necesitaba aquella rutina de los miércoles. Uno de los dos siempre llegaba en segundo lugar, nos encontrábamos en la ducha. Estaba buenísima, su piel, su melena negra, su sonrisa, su mirada de satisfacción cuando me veía llegar o cuando me encontraba, su voz, la voz de sus gemidos, de sus alaridos, de sus risas. Es cierto que se parecía demasiado al último tango, algo mas sórdido y mucho mas real. Disfrutaba especialmente cuando practicábamos sexo oral, me encantaba cómo se apretaba contra mi boca.
(Descansábamos un rato).
A veces, como si fuéramos adolescentes, nos morreábamos interminablemente intentando batir un nuevo récord, o dormíamos, o nos insultábanos, o nos acaramelábamos y nos reíamos, siempre nos reíamos, y después siempre hacíamos el amor. Nos follábamos, otra vez y otra.
(Nos despedíamos satifechos y escocidos).
Permanecíamos a menudo a oscuras, únicamente se colaban algunos rayos de sol a través de las rendijas de la persiana. Recuerdo la humedad de la cama, el calor rezumaba de su cuerpo perfumado. Las sábanas estaban arrugadas y revueltas, eran muy incómodas y molestas, aunque hoy que las recuerdo, las extraño.
(Nunca he tenido una relación tan seria con una mujer).
Sí, se parecía mucho a la película. Me enamoré, no sé si poco a poco o de repente, o si ya estaba enamorado antes de conocerla, pero cuando me dí cuenta desapareció,(desaparecimos),
no he vuelto a verla. No la busqué porque jamás hubiese podido encontrarla, es como si nunca hubiese tenido lugar, sólo me quedó el recuerdo, lo cual resulta indiferente, insuficiente, a la hora de decidir si de verdad ocurrió. Me cuesta, después de tantos años, distinguir si todo fue real o si fue mi imaginación solitaria. Qué fueron, ¿los mejores polvos de mi vida o las mejores pajas?
(Si al menos supiese su nombre).
Muchas veces pensé que si ella hubiese querido encontrarme tampoco podría, por eso sigo yendo todos los miércoles al hotel, a la misma habitación, me ducho como siempre lo hacía, la espero. Desgraciadamente no aparece, entonces me echo en la cama húmeda, acalorado. Me masturbo.
(Vivo entre la obsesión y la masturbación).
Si al menos supiera su nombre.
Texto & Lienzo (Mujer roja) by Velpister.
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