ENVIDIÉ a quienes amaron - es una vieja historia -
y supieron o tal vez tuvieron el valor
de vivir la vida como desearon vivirla,
e hicieron - o hacen - de cada día una celebración,
un arte, a pesar de saber que la vida,
eso que llamamos con enfermiza insistencia, vida,
es las más de las veces algo mediocre,
triste, sucio, gastado y violento.
Envidié a quienes eligieron como divisa de sus días
El corazón me manda, desterraron la indiferencia
y no desdeñaron otra cosa que las pasiones tristes:
el menoscabo de sus vidas.
Y en una época más sombría que cualquier otra
pusieron pasión en el pasar de cada día.
Miguel Sánchez-Ostiz, del poemario Invención de la Ciudad ( Pamiela, 1993 ).
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