Hay una doble sombra en cada puerta
y brazos que señalan donde estoy.
La ventana de enfrente parpadea
y gotean palabras los terrados.
Yo no vuelvo a la cárcel. Ya lo dije
y todos me creyeron. Yo no vuelvo.
Todos los que humillé me humillarían,
rompiéndose mi nombre entre sus dientes.
Todo el barrio me teme y ahora aguarda
que me rinda, como esas duras sombras.
Ansían darme golpes con sus risas.
No les daré el placer de que me apresen.
José María Fonollosa, del poemario Ciudad del hombre: New York ( Quaderns Crema 1996 ).
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