Tuve la suerte de leer por vez primera a los beat hacia los 20 años, en plena fase de búsqueda y rebeldía, con el mundo por montera y la capacidad de asombro intacta. Si lo hubiera hecho después, pongamos en vez de a los 20 a los 30, supongo que nada hubiera sido igual (estoy convencido de que cada libro necesita no sólo un lector, sino también un momento concreto). Pero afortunadamente los descubrí en el punto y tiempo adecuado. Y su filosofía caló hondo en mi corazón.
Por aquel entonces yo era un joven inconformista e inquieto, decepcionado por casi todo lo que me rodeaba y había aprendido, y necesitado de valores, lecturas y experiencias nuevas. No me gustaba lo que me habían vendido (o al menos de la forma en que lo habían hecho), ni la educación, ni la política, ni el capitalismo, ni la religión, ni el consumismo, ni el bienestar: no me satisfacía el sistema. Y menos aún la mayor parte de la literatura que había leído hasta ese momento (y había leído ya mucha), que se me antojaba anacrónica y ajena por completo al mundo real.
Por todo ello, descubrir a los beat (y a Céline, Carver, Lowry, Miller, Bukowski, Genet y muchos otros que sí hablaban del mundo real - al menos del mío) fue un revulsivo y una revelación: el jazz, el blues y el rock, la calle, la noche, la búsqueda y la carretera, el movimiento, las puertas, los límites, el misticismo, la evasión, la locura y el sexo, la sinrazón, la rebelión, la desesperación, la frustración, la exaltación, la iluminación y la perla... todo estaba allí, en sus libros, al fin retratado, tal cual yo lo captaba y sentía, escrito para hacerme/nos entender y amar el mundo.
Leí primero a Kerouac, En el camino, uno de los pocos títulos beat que por aquella época se podía encontrar sin demasiada difilcutad en las librerías, y a continuación, rebuscando ya algo más y tirando del hilo, Aullido, de Allen Ginsberg, y El almuerzo desnudo, de William S. Burroughs. El primero me deslumbró, el segundo me estremeció y el tercero (como a casi todo el mundo) casi me vuelve loco... Pero ya de esa primera toma de contacto salí transformado. E inmediatamente, compulsivamente incluso, comencé a buscar en catálogos especializados y librerías de viejo más obras suyas: Los subterráneos (la novela que más veces he leído en mi vida), Los Vagabundos del Dharma y Ángeles de desolación, de Kerouac, Yonki y Nova Express, de Burroughs, Gasolina y otros poemas, de Gregory Corso, El primer tercio, de Neal Cassady (estos dos últimos de la mítica Star Books) o Kaddish, de Ginsberg, fueron llegando escalonadamente a mí, empapándome de beatitud y convirtiéndose en una parte imprescindible de mi educación.
Desde entonces he seguido leyendo (aunque en cada fase de mi vida, es cierto, con ojos distintos) todos los libros suyos que han ido cayendo en mis manos, también de Di Prima, Ferlinghetti, LeRoy Jones, Peter Orlovsky, etc, además de ensayos, biografías, antologías y estudios sobre el tema de muy diversa índole.
Desde entonces, también, he recorrido miles de kilómetros y andado muchos caminos, escrito mis propios libros, me he buscado, reencontrado y perdido, y he renacido docenas de veces de mis propias cenizas...
Nada nuevo, en cualquier caso, bajo el sol. Al menos entre el círculo de buscadores que a mí me interesa.
La cuestión, llegados a este punto - mostradas ya mis credenciales y devoción por los beat -, es el modo en que todo este legado de lecturas y escritores ha influido en las últimas generaciones de narradores españoles.
Conozco desde hace años a muchos de los autores que integran la nómina de este libro y puedo asegurar que esa influencia, directa o indirectamente, es localizable y manifiesta en su obra, ya sea mediante citas, dedicatorias o referencias explícitas a personajes y textos concretos, o a través de recreaciones y evocaciones de atmósferas beat.
Por eso, junto al poeta Ignacio Escuín (con el que, cargado de libros, me he recorrido on the road media España), decidí hacer esta antología: una serie de visiones sobre la generación de escritores (siento que sea norteamericana y no española, pero es así) más influyente en nuestras obras.
Y digo visiones, utilizando una terminología muy beat, porque no se trata en esta ocasión de analizar objetivamente su obra ni descubrir sobre ellos nada nuevo al lector. Creo que todo lo que se pueda decir al respecto está ya escrito, y por manos mucho más documentadas que las nuestras. Pero también creo que nunca anteriormente, al menos que yo sepa, se ha hecho en este país un homenaje a la Beat Generation como el presente, subjetivo, intimista y estrictamente literario, que reconozca abiertamente y sin tapujos una influencia y deuda como la que nosotros tenemos con ellos.
Este ha sido, pues, el punto de partida que nos ha llevado a preparar Beatitud (otro término muy querido por los beat) y el criterio que hemos utilizado para establecer la selección de autores que integran su nómina. Podría haber muchos más, es cierto, o varios menos, como ocurre en cualquier antología, pero en ningún momento nos planteamos hacer un catálogo exhaustivo y cerrado de una tendencia o escuela (no existe tal), sino ofrecer al lector un botón de muestra de un tipo de prosa (escrita aquí y ahora) en mayor o menor medida influenciada por la herencia beat.
En un país como el nuestro, en el que cada año se publican docenas de antologías literarias bajo las más sorprendentes (y a menudo banales y absurdas) excusas, creemos que reivindicar una causa como la presente es, cuando menos, consecuente y honesto, por no decir necesario.
Aunque eso, lógicamente, debe juzgarlo el lector.
Esta es sólo la ruta que, de entre las muchas posibles, nosotros hemos trazado para la ocasión.
Y por la que ahora os invitamos a recorrer el camino.
Salud & Carretera
Vicente Muñoz Álvarez
Una noche calurosa de julio de hace ya unos cuantos años, seis aproximadamente, me encontraba en la antesala de un recital en la Semana Negra de Gijón. Había llegado allí de la mano de David González, a quien había conocido meses atrás tras dejar Zaragoza para vivir una temporada en Asturias. Me encontraba, como digo, en esos instantes previos a una lectura, cuando la adrenalina comienza a hacer de las suyas y uno siente por dentro que nada en esos momentos puede salir mal. Íbamos a presentar nuestra antología de género, la apuesta arriesgada que David y yo habíamos montado en aquel apartamento con vistas a la playa que había alquilado por unos meses y con la que habíamos decidido ponernos "en la carretera" para darla a conocer por toda España (y así fue, y en uno de esos viajes me topé con otra de las personas que más saben de los beat en este país y que más hacen por la literatura independiente: Uberto Stabile). Y esa noche apareció Vicente Muñoz. Mentiría si dijese que no sabía quién era. Lo había leído y conocía las historias que circulaban sobre él. Sabía de su fanzine, de su manera de entender la vida y de sus gustos. Pero fue a partir de este instante cuando el universo beat llegó a mi vida, o al menos cuando fui consciente de ello (para entonces ya había leído unos poemas de Diane Di Prima, pero no supe hasta años más tarde que era una de las voces más peculiares de la beat generation).
Si dijera que aquella noche cambió mi vida, algunos de los que puedan leer este texto dirán que exagero, que no sé lo que digo. Pero la verdad es que tengo la sensación de que fue así. Creo, sin miedo a equivocarme, que Vicente y yo nos entendimos desde el principio y desde aquel momento imaginamos los proyectos y los viajes que nos llevaron de aquí a allá, de "mar a mar y entre los dos la guerra" que diría Machado (a veces solos y otras en compañía de cómplices en la búsqueda como Bufa, Andrés, Lucas, o las posteriores incorporaciones de Brenda, Almudena, Raúl, Nacho...). Y desde entonces, unos cuantos libros después y también unos cuantos años, comenzamos a tramar esta historia, la unión de dos generaciones, la suya y la mía (diferentes, claro, la edad obliga, pero también hermanas) en un libro colectivo que rinde homenaje a los beat. Algunos de nosotros, de los que como yo llegamos a los beat sin saber quiénes eran, aprendimos a leer su literatura a través de la literatura de los demás (yo por ejemplo decidí leer a Kerouac tras conocer la literatura de Vicente Muñoz y conversar con él lo suficiente como para entender que no debía pasar un día más sin leerlo; o los poemas de Ginsberg tras mi primer encuentro en Punta Umbría con Uberto…) y por ello este libro es algo más que un sentido homenaje, podríamos decir, incluso, que se trata de la aceptación por parte de dos generaciones hermanas pero distintas (reitero) de una deuda con la literatura beat, una deuda estética e incluso vital.
Y claro que hubo y hay beats españoles (quién puede negar que Miguel Labordeta y los poetas de su generación no lo fueran), por supuesto, pero decidimos tomar el grupo original como fuente de este volumen de relatos en el que todos los autores seleccionados reconocen abiertamente tal vinculación. Como en todo libro colectivo la nómina podría haber sido diferente, pero esta es nuestra apuesta. Quedémonos con estas páginas de literatura pura y pura vida. Atrapemos las palabras y dejémonos llevar por el energético valor de la literatura que rezuma vida y carretera. Vicente y yo, en el camino, os esperamos.
Ignacio Escuín Borao
Beatitud: Visiones de la Beat Generation
(Ediciones Baladí, 2011).
Prólogos de Vicente Muñoz Álvarez
& Ignacio Escuín Borao.