HAY QUE COMERSE el mundo a dentelladas.
Hay que sacar los dientes, pulirlos,
clavarlos con ahínco y rabia.
Hay que comerse la vida a dentelladas;
con mordiscos secos, intensos,
de puro y reluciente hueso.
Con bocados de corazón hambriento.
Hay que defender el mundo a dentelladas.
Hay que danzar entre rechinar de espadas;
de espadas a pecho descubierto.
Hay que vivir en permanente guardia,
defendiendo la vida cuerpo a cuerpo,
defendiendo la vida cara a cara.
Hay que descubrir la vida a dentelladas.
Hay que desenterrar estrellas de la arena,
hay que dibujar trazos de arco iris con los dedos
machados por la rutina, el trabajo y el tedio.
Hay que apartar niebla de las cabezas
con gritos de silencio y de conciencia.
Hay que sumergirse en el mundo a dentelladas.
Hay que escurrirse de las sombras sonoramente,
con estruendo de ideas y palabras.
Hay que escurrirse sonoramente
con redobles de actos y pasiones,
con puños de carcajadas.
Hay que atacar la vida a dentelladas;
caminar en la penumbra precaria,
caminar frente al poder y las pirañas.
No ceder terreno nunca al terror y la ignorancia.
Levantar la vista ácida hacia el mañana.
Hay que acariciar la vida a dentelladas;
arrebatarles el tiempo robado cada jornada,
esparcir abrazos entre timbres y pagas,
regalar ternura y devolver pedradas.
Hay que comerse el mundo a dentelladas.
Hay que comerse el mundo a dentelladas.
Alberto García-Teresa, de Hay que comerse el mundo a dentelladas, Baile del Sol, 2008.
Hay que sacar los dientes, pulirlos,
clavarlos con ahínco y rabia.
Hay que comerse la vida a dentelladas;
con mordiscos secos, intensos,
de puro y reluciente hueso.
Con bocados de corazón hambriento.
Hay que defender el mundo a dentelladas.
Hay que danzar entre rechinar de espadas;
de espadas a pecho descubierto.
Hay que vivir en permanente guardia,
defendiendo la vida cuerpo a cuerpo,
defendiendo la vida cara a cara.
Hay que descubrir la vida a dentelladas.
Hay que desenterrar estrellas de la arena,
hay que dibujar trazos de arco iris con los dedos
machados por la rutina, el trabajo y el tedio.
Hay que apartar niebla de las cabezas
con gritos de silencio y de conciencia.
Hay que sumergirse en el mundo a dentelladas.
Hay que escurrirse de las sombras sonoramente,
con estruendo de ideas y palabras.
Hay que escurrirse sonoramente
con redobles de actos y pasiones,
con puños de carcajadas.
Hay que atacar la vida a dentelladas;
caminar en la penumbra precaria,
caminar frente al poder y las pirañas.
No ceder terreno nunca al terror y la ignorancia.
Levantar la vista ácida hacia el mañana.
Hay que acariciar la vida a dentelladas;
arrebatarles el tiempo robado cada jornada,
esparcir abrazos entre timbres y pagas,
regalar ternura y devolver pedradas.
Hay que comerse el mundo a dentelladas.
Hay que comerse el mundo a dentelladas.
Alberto García-Teresa, de Hay que comerse el mundo a dentelladas, Baile del Sol, 2008.
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