No se molestaron en oír
los zumbidos de la mar
en mil orejas de puntillas
en comprender que la regla astillada
castigaba sus propias manos
en contemplar en las pizarras
niños de tiza
borrándose
David González, de Ojo de Buey, Cuchillo y Tijera (Gijón, 1993).
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