Miro la vida y veo con color, a través del cristal de la ilusión, muchas cosas que no quisiera ver y otras tantas que estaría mirando siempre.
Oigo la vida y escucho, horas y horas, un absurdo maremágnum de ruidos, mas en instantes epifánicos escucho hablar al río de la música.
Huelo la vida y siguiendo mis pies a mi nariz puedo confirmar que me huele un rato a chamusquina y otro rato a rosas.
Gusto la vida y me sabe a sinsabores de cuando en vez, pero frecuentemente le agradezco a un dios que me sepa a lentejas.
Toco la vida y compruebo las ásperas telas del tiempo y también -menos mal- la suavidad jugosa en la piel tersa del cuerpo de una mujer.
Adolfo González, del blog Poemas y algo más.
Oigo la vida y escucho, horas y horas, un absurdo maremágnum de ruidos, mas en instantes epifánicos escucho hablar al río de la música.
Huelo la vida y siguiendo mis pies a mi nariz puedo confirmar que me huele un rato a chamusquina y otro rato a rosas.
Gusto la vida y me sabe a sinsabores de cuando en vez, pero frecuentemente le agradezco a un dios que me sepa a lentejas.
Toco la vida y compruebo las ásperas telas del tiempo y también -menos mal- la suavidad jugosa en la piel tersa del cuerpo de una mujer.
Adolfo González, del blog Poemas y algo más.
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