A dos pasos del punto donde tiene que empezar a cruzar.
Loredhi lleva una semana con ese silencio espeso metido entre los tímpanos. Esa lengua de vaca empapando los charcos, los coches, los gatos que se esconden tras un maullido, los grafittis de una gárgola, esa lengua empapando cráneos, que retumban en el suelo.
Loredhi vuelve al espectador de piezas de cine mudo, a color y en tiempo real, vuelve al frío metálico en la punta de sus venas. Loredhi frunce el ceño a dos pasos del cruce y mira fijamente al punto donde la imagen se diluye. Juega como cuando era pequeña a dilatar sus pupilas de una manera voluntaria, vuelve a desenfocar todo, a enfocar nada. Afina sus oídos imperfectos y sigue sin escuchar, silencio espeso, tacones metálicos sobre el plato de una ducha en el bar.
Loredhi se niega a aceptar esa mudez contranatura y acelera el motor de su coche. Resuelve el estado de semiinconsciencia tranquila y rompe el cinturón de seguridad. Loredhi respira. Se sitúa a tan solo dos pasos y mira hacia al cielo granate buscando un vuelo que altere el estatismo circular de una ciudad que se disfraza de vulnerable.
Loredhi
No hay comentarios:
Publicar un comentario