Mamá, cuando leas esto yo estaré aún en la carretera y no podré darte el beso por tu día. Tampoco tendré para regalarte esas cremas que borran las manchas de tus manos. Esas mismas que un día lavaron las banderas tribuneras, sin saber tú que las banderas no se lavan. Se dejan así para que el sol, la lluvia y los viajes las desintegren.
Sé que te preocupas por mí. Por eso tus palabras cuando salgo para el estadio: “Cuídate mucho, hijo”, las tengo presentes. Y más esta vez cuando salía para Chile. Por todo lo que se decía de este partido. Sentía tu preocupación y el quédate por favor que se dibujaba más que otras veces, en tu mirada.
Sentía también tu orgullo. De que yo estaría presente allá tan lejos. Que los cánticos que te hacían renegar, cuando las cantaba de niño, ahora se iban a sentir, por cada corazón aliancista que no pudo viajar. Por eso en cada gol veía tu alegría en casa junto al viejo. Como seguro fue en cada hogar blanquiazul.
Regresamos con la frente en alto, mamá, porque dejamos todo en la cancha. Buscando el triunfo sin tirarnos atrás. Tú lo viste mejor que nosotros. Y sé que las lágrimas de impotencia que derramamos, también la derramaste tú, pensando en nosotros. Porque no nos ganaron, nos robaron. Estoy seguro, por eso, que mañana los aliancistas saludarán a sus mamás, y también recordarán a la madrecita de ese árbitro que nos robó el partido.
Este texto es una de las columnas que mi "causita" Martín Roldán Ruiz publica en el suplemento deportivo del diario El Comercio, en Perú. Tanto en él como en su libro "Este amor no es para cobardes", cuenta sus vivencias como hincha o miembro de la barra brava del club de fútbol limeño Alianza. P.
2 comentarios:
grande!!!
Gracias Patxi
No lo esperaba!!!
Un abrazo
martín
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