El hombre luce una inquietante sonrisa. Está muerto pero sonríe, sin duda sonríe. La pareja de científicos observa con curiosidad su piel, les impresiona más de gastada que de vieja. Incluso, debido a que es casi transparente, parece que la sangre aún es capaz de fluir por las venas. Les sobresalta el chasquido con el que se encienden las luces. Ambos se agitan bajo sus batas y miran el reloj de pared de la sala de autopsias. Se hace de noche y deben empezar su trabajo. Cada uno toma un bisturí. Algo se mueve al iniciar la disección.
Nunca debieron trabajar de forenses en Transilvania.
Alberto García Salido, del blog No pasa nada, de nuevo...
Nunca debieron trabajar de forenses en Transilvania.
Alberto García Salido, del blog No pasa nada, de nuevo...
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