martes, 8 de diciembre de 2009

ATRAPADOS EN EL PARAÍSO. Patxi Irurzun.




Payatas era el resumen perfecto de Manila, de Filipinas, del mundo, incluso. Allá, en el basurero los extremos se tocaban, cerrando el círculo de la existencia humana: la alegría y la desgracia; la supervivencia salvaje y la solidaridad más admirable; la vida y la muerte; el arroz y las moscas. Y la basura, siempre la basura, aquel tesoro de valor incalculable, capaz de alimentar a los más pobres entre los pobres de la tierra. (…)
Los días, pues, fueron pasando, y finalmente llegó el de la despedida. La fiesta de despedida de Payatas fue una de las mejores fiestas en las que he estado jamás. Asunción compró pollo y cerveza, de la que dimos buena cuenta. Sobre todo ellas, las madres, que rondarían todas los cincuenta. Cantamos, bailamos...
A media tarde llegó también el marido de Asunción, que besó a su mujer con una delicadeza y una ternura que me emocionó, pues hubo algo en el gesto que hizo evidente que después de tantos años y en un lugar tan duro como aquél seguían enamorados. Era como una victoria del amor sobre la injusticia, algo que equilibraba en la balanza de la vida tanta muerte y desgracia. Por otra parte, las demostraciones públicas de cariño no eran muy habituales entre los filipinos, y menos entre personas mayores, lo que me emocionó el doble. Eso o que había bebido demasiadas cervezas. Pensé, en todo caso, que a mí también me gustaría llegar a esa edad y ser capaz de mirar a mi pareja con esa limpieza, que eso sería la aproximación más perfecta a una existencia feliz.
La fiesta se prolongó hasta entrada la noche, cuando Josean y yo decidimos retirarnos. Al día siguiente debíamos tomar temprano el avión. Asunción nos regaló unos collares con trocitos de bambú que habían hecho sus hijas. Nosotros conseguimos que ella aceptara nuestras katiuskas. Intercambiamos direcciones, y prometimos enviarnos fotos y felicitaciones navideñas, aunque todos supiéramos que nunca lo haríamos, que nuestras vidas, tan distintas, se separaban allá para siempre.
Subimos al "jeepney".
—¡Adios, Payatas, adiós! —nos despedimos, agitando las manos.
No hubo lágrimas, ni abrazos, pero supe que nunca olvidaría a toda aquella buena gente de Payatas. Y a la vez deseaba que el "jeepney" se alejara más y más, del basurero. Me alegró, al menos, que la última imagen que me llevara de Payatas fuera la de un lugar, a pesar de todo, feliz.


ATRAPADOS EN EL PARAÍSO (Patxi Irurzun). Finalista del Premio Desnivel. Ganadora del Premio a la Creación literaria del Gobierno de Navarra. Pamplona, Gobierno de Navarra, 2005. Más información

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