viernes, 23 de enero de 2009

El sumidero. Kutxi Romero.


Hace unos días aparecía aquí el prólogo que Kutxi Romero escribió para mi Ajuste de cuentos. Pues bien, ahí va la pelota de vuelta, el prólogo que un servidor había escrito con anterioridad para el segundo libro de poemas del cantante de Marea: El sumidero (2001). Lo he recuperado gracias al blog Camino a las estrellas, en el que además hay regalito, la maqueta que Kutxi grabó en acústico para el encuentro de cantautores de Navarra, que el de Berriozar ganó hace un montón de años, y bien ganado, pues con el dinero conseguido Marea grabó su primer disco: La Patera.

La foto, con Kutxi y David González es de un concierto de Marea en León, en 2003 (Vicente también andaba por ahí). P.



PRÓLOGO A EL SUMIDERO


¿Qué otra cosa podía haber sido un tipo como Kutxi sino un poeta de mierda en un lugar en el que cuando el mismo dios en calzoncillos falla un penalti le escarnian con un ¡Dedícate a la poesía!? Incluso a alguien como yo, el prologuista más chungo que podía haberse buscado, y al que, por su vocación, ajustar cuentos, arrojar palabras como piedras contra las ventanas, cabrían suponérsele inclinaciones a ese tipo de "aberraciones", la poesía, lo confieso, se le resistió durante años, bien dinamitada con el zafio mecanismo de relojería que nos vendían en la escuela, como si debajo de cada verso se enredaran hilos inertes que hacían funcionar calculadamente cada figura, cada rima, bien vomitada con repugnancia (como "cribada por un ano", que diría un poeta de mierda, y nunca mejor dicho, como Kutxi) en cada uno de los horribles pareados con que algunos adolescentes embadurnaban sus carpetas, confundiéndolos con las primeras y empalagosas sacudidas de sus hormonas; o bien, eso era la peor, despanzurrada esporadicamente por aquel asesino en serio que bajo la apariencia de actor de teatro se colocaba ante un atril, a media luz, en
el ¡horror!, programa de María Teresa Campos, y declamaba versos con una pretendida sensibilidad que en realidad sólo era un combate a muerte contra su estreñimiento.


Si en verdad aquello era la poesía, yo prefería meterme a picoleto.


Sin embargo, los caminos del demonio son inescrutables y en ellos terminan confluyendo las direcciones de todas las balas perdidas, así que un buen día se cruzaron en mi trayectoria, gracias a dios, o en este caso al diablo -pues en realidad uno aspiraba a hacer méritos beneméritos para subir dinamitado al cielo pestañí- poesías que me enseñaron que no habían aprendido sus versos en libros de texto como condenas, sino en otros lugares donde se pagaban bolas de verdad, como David González, en las cárceles de menores, Alimotxe, en manicomios y centros de desintoxicación...o Kutxi, en los andamios, las calles del barrio o bajeras de grupos de rocanrol...


A Kutxi lo conocía antes de conocerle, ciertamente; había visto su foto cuando ganó el concurso de cantautores del gobierno de Navarra y apareció en los periódicos, en una de esas entregas de premios casi insultantes en las que los políticos juntan en rebaño a todos los artistas premiados a lo largo del año y les arrojan los flecos de sus presupuestos como quien da de comer a los pollos, con ese desprecio garrulo hacia la cultura, sobre todo si es la propia cultura. En esa foto, entre todos los satisfechos premiados, aparecía él en un rincón, con una sonrisa marciana y una camiseta subversiva con la que quedaba como feo junto al presidente. Y mientras el resto de artistas, sonrientes y maqueados, parecían agradecidos, quizás domesticados, Kutxi maquinaba en qué transformar el pienso que, de mala gana, esparcían los políticos (gracias a aquel premio, de hecho, se grabaría "La patera", el primer disco de "Marea", grupo en el que Kutxi despelleja corazones con las zarzas de su voz).


Es la misma actitud retratada en esa foto la que supuran las dulces heridas de sus versos, ese tipo de versos gracias a los cuales la poesía comenzó a dejar de resistírseme, quizá no tanto como para escribir prólogos, pero en fin...Porque Kutxi es poeta, pero no va de poeta, no quiere ser poeta con los que quiere, no se siente especial, ni elegido, pues frente a la auténtica poesía, la que hay en los callos de una mano, en las manchas de una pared, en algunas miradas, se siente insignificante, sólo un "orgulloso excremento de vida", como decía en "Ruidografías", su anterior libro.


Los versos de Kutxi son dignamente humildes y dolorosamente optimistas, de los que se mueren por vivir, como aves fénix que resurgen de sus propias heces, como corazones de mimbre que se doblan pero que no se doblegan...


Los versos de Kutxi, un gato callejero que se pone las botas zampándose ratones de biblioteca (devora glotón dos o tres libros cada semana) , van directos por "El sumidero" al corazón mismo de la poesía, a sus temas clásicos, universales e intemporales, como el sueño, o mejor dicho, el insomnio, la soledad, los abismos de la locura, a los que Kutxi no puede evitar asomarse -la mirada abismal de su admirado Leopoldo María Panero- aún sabiendo que "el fracaso es algo hipnótico/y absorbente/que da pie/a la magnificación/de los interrogantes"; como, la escatología en sus dos acepciones, como la muerte, inquietantemente omnipresente en estos poemas, como una novia enlutada a la que Kutxi mira de frente, tranquilo, con la cabeza alta, con la dignidad que quien aunque sabe que le arrastrará inevitablemente al sumidero, morirá matando; y la mierda, esa tormenta de excrementos, anémonas de barro y semen infecto que se merecen estos tiempos igualmente de mierda, de dioses en calzoncillos. En definitiva, hagamos pues la pregunta de otra manera: ¿qué otra cosa sino un poeta de mierda podía haber sido un tipo como Kutxi, que escribe sus versos con las tripas?


Patxi Irurzun


El poemario de Kutxi se puede descargar completo aquí

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