miércoles, 21 de enero de 2009

CLARO QUE HAY ALGO INÉDITO, le dije, desviando la mirada, mintiendo, por Inma Luna.


Retoco lo mismo que lamento.
El teléfono cerrado, las bocas muertas.
La esclavitud de pies en nuestros respectivos puestos.
La foto de portada que nos recuerda cómo corre la sangre,
corre que se las pela
y duele, y duele mucho.
No tomamos café
porque tenemos el hambre descosida
y mejor nos vendría un atracón de droga de caricias
y no nos atrevemos porque es una vergüenza quererse así.
Yo también me doy asco
y me tengo manía
y me falto al respeto.
Luego, no digo nada de lo que hay que decir.
Me tapo la nariz al pasar por las calles desnutridas.
Me saco brillo y ya no sé cuál soy
si la que era o la que se parece a cualquier otra
y no sabe qué hacer por aclarar su voz.
Poco entra, no sale casi nada ni estrujando.
Puede que esté metida
en un cubo transparente
haciéndome la viva
o puede simplemente
que ya no necesite decir nada
o ya no sueñe.
Todo son copias,
todo arte necesita un folleto explicativo,
como si me llegase por un canal quebrado.
Y esta noche reiré,
estoy segura,
y comeré una tarta y fumaré un cigarro de regalo
como si no pasara nada,
y veré muchas fotos de mis amigos, lejos, en la playa.
Y yo, que estoy varada,
haré como que tuve vacaciones,
como que buceé, me divertí, algo me sorprendió.
Todo es mentira.
Mis amigos, mis queridos amigos,
hablando de Kandinsky, de Malevich
mientras yo me limito a contemplar
los hielos entre mi cocacola
y no les digo rojo ni monocromo
y acaban discutiendo por el fútbol
y les pago una ronda por idiotas,
por parecerse a mí,
por agacharse hasta volverse tontos a mi lado
porque es reconfortante verles tan burros.
Pero dura un instante esta satisfacción
porque tampoco aplaca la sospecha
de estarme haciendo piedra.
Se me ha roto una uña,
por eso estoy llorando.

Inma Luna, de El círculo de Newton (Baile del sol, 2007).
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