Patxi Irurzun (Iruña, 1969) fue el primer cuentista del mes en este Laberinto y, lo que es más, fue el primer post de este blog dedicado al cuento. ¿Por qué? Porque leí uno de los cuentos de este libro y me quedé de piedra; porque luego buceé en Internet y descubrí una serie de cuentos que me mostraban a un hombre sensible, cachondo, irónico (inteligente, pues) y comprometido (socialmente, ¿o debería decir antisocialmente?), un cuarto de cada, que conforman un narrador singular.
Como dice nuestro común amigo David González en el prólogo, en este libro de cuentos tienen cabida desde tiernas historias de amor (achispadas con esa gota de esencia del autor) hasta realismo sucio del más abismal; tiene cuentos inmersos en la corriente del realismo mágico del boom latinoamericano y cuentos de pura denuncia social (crítica irónica).
Es curioso lo que podemos saber de un autor al leer sus narraciones porque, aunque él diga no ser autobiográficos, muchos de estos cuentos destilan humores (generalmente etílicos) de su infancia y juventud.
No busque el lector una unidad temática en este libro de cuentos, no la hay. El lector debe prepararse para saltar de un relato con crítica social a otro colmado de ironía y desde éste a uno que versa sobre la infancia y acabar en uno completamente subversivo. Eso si no se dan los cuatro elementos a la vez (como, por ejemplo, en “Retrato de familia” o en “La ciudad del futuro”).
Me gustan especialmente varios relatos (no loas enumero todos): “El pan nuestro de cada día”, “Anticuento de navidad número un millón”, “La leyenda del perro errante”, “B.S.O.”, “Buzón de voz”, “Ángeles en el infierno”, “Melancolía otoñal” o, el antes mencionado, “Retrato de familia”. Cada uno tiene algo de lo que busco en un buen cuento, un alma propia que comulga cuando lo leo con la mía.
La polla más grande del mundo (y otros 69 cuentos) es un libro recomendable, divertido, desengrasante; que muestra a un narrador muy inteligente, que domina recursos propios del cuento, que encuentra el tono apropiado que atribuir al narrador en cada relato, y que no duda en poner la ironía y el cachondeo al servicio de la causa en iguales proporciones a las de la sensibilidad melancólica de los recuerdos en otros cuentos.
Antes de terminar de hablar de este libro debo desvelar una obsesión que puede que ni el mismo Patxi sepa que tiene. Se trata de la “Chica del tiempo”, esa maciza que enfocan siempre de muslos hacia arriba, con buenas peras y ceñido pantalón.A Patxi le pone. A quién no.
Como dice nuestro común amigo David González en el prólogo, en este libro de cuentos tienen cabida desde tiernas historias de amor (achispadas con esa gota de esencia del autor) hasta realismo sucio del más abismal; tiene cuentos inmersos en la corriente del realismo mágico del boom latinoamericano y cuentos de pura denuncia social (crítica irónica).
Es curioso lo que podemos saber de un autor al leer sus narraciones porque, aunque él diga no ser autobiográficos, muchos de estos cuentos destilan humores (generalmente etílicos) de su infancia y juventud.
No busque el lector una unidad temática en este libro de cuentos, no la hay. El lector debe prepararse para saltar de un relato con crítica social a otro colmado de ironía y desde éste a uno que versa sobre la infancia y acabar en uno completamente subversivo. Eso si no se dan los cuatro elementos a la vez (como, por ejemplo, en “Retrato de familia” o en “La ciudad del futuro”).
Me gustan especialmente varios relatos (no loas enumero todos): “El pan nuestro de cada día”, “Anticuento de navidad número un millón”, “La leyenda del perro errante”, “B.S.O.”, “Buzón de voz”, “Ángeles en el infierno”, “Melancolía otoñal” o, el antes mencionado, “Retrato de familia”. Cada uno tiene algo de lo que busco en un buen cuento, un alma propia que comulga cuando lo leo con la mía.
La polla más grande del mundo (y otros 69 cuentos) es un libro recomendable, divertido, desengrasante; que muestra a un narrador muy inteligente, que domina recursos propios del cuento, que encuentra el tono apropiado que atribuir al narrador en cada relato, y que no duda en poner la ironía y el cachondeo al servicio de la causa en iguales proporciones a las de la sensibilidad melancólica de los recuerdos en otros cuentos.
Antes de terminar de hablar de este libro debo desvelar una obsesión que puede que ni el mismo Patxi sepa que tiene. Se trata de la “Chica del tiempo”, esa maciza que enfocan siempre de muslos hacia arriba, con buenas peras y ceñido pantalón.A Patxi le pone. A quién no.
Esteban Gutiérrez Gómez, (BACØ), 2009
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