Santiago tenía una urna donde guardaba las cenizas de su difunta esposa. Cada vez que la echaba de menos, cogía la urna, la abría y con una tarjeta de crédito, extraía un pequeño montoncito que después, machacaba y trituraba con la tarjeta. Finalmente, distribuía el montoncito en una fina línea y a través de un cilindro de titanio esnifaba a su mujer. Esto le ayudaba a seguir adelante. Aliviaba sus penas y añoranza. Santiago consideraba su hábito, no un hecho extraño, sino una intima y estrecha comunión con su esposa. Solo era un acto de amor, uno más de los tantos con los que se habían correspondido a lo largo de su relación. La muerte prematura de ella los había separado para siempre, pero mientras le quedasen sus cenizas, seguiría comulgando con ella. Todos sus amigos le disculpaban, sabiendo que lo suyo era un inútil intento de acercamiento a su difunta mujer producido por el dolor. Pero no había posibles acercamientos después de la muerte. La muerte no dejaba fronteras que se pudieran cruzar. Solo dejaba un vacío infinito y ahí no había acercamiento posible. Santiago aseguraba que cuando esnifaba las cenizas de su mujer la sentía dentro de él, que escuchaba su voz y que notaba sus caricias. Ante tales afirmaciones, sus amigos y familiares no podían hacer nada. Santiago fue abusando de su “vicio”, consumiendo su droga cada vez con más frecuencia y en mayores dosis. Las cenizas eran cada vez más escasas. Santiago, cual yonki, calculaba mentalmente las dosis que le quedaban y se atormentaba solo con pensar que un día se acabarían. Como era de esperar, ése día llegó. Santiago dejó de sentir a su mujer. Entonces llenó con agua caliente la bañera y cogió una cuchilla de afeitar...
Del libro de relatos inédito Momentos Extraños.
(Inédito, esperemos que por poco: los relatos de un viejo amigo de los hijos de Satanás, un hijo de Satanás en toda regla y una gran persona, que es lo que en el fondo queremos ser todos de mayores, se encadenan unos con otros, como los fotogramas de una película; en realidad todo lo que escribe Pepe parece cine cine cine, más cine por favor, lo lleva en la sangre, y sus dos ojos son dos cámaras que filman, enfocan al lugar preciso, en cada momento. En cada uno de esos grandes Momentos extraños. P)
3 comentarios:
Patxi, gracias por tus bellas palabras. Me has sacado los colores, cabronazo.
un abrazo a ti y a V. y ya de paso a todos los satanases.
Para variar, algo realmente original y en absoluto carente de fuerza.. Desconozco al autor de "Las cenizas", pero si cae a mi alcance su libro de relatos aún inédito, fijo que le hinco el diente.
me siento en casa... buen relato pepe, amigo... y encontrar a pablo, y a patxi y a V. aquí... lo hace más ameno.
Por cierto... mi post anterior parece que se publicó incompleto. ya lo he vuelto a publicar, en él hablo de la buena compañía de sus letras, y de las que me llegarán pronto por correo.
Abrazos desde kITU.
Publicar un comentario