viernes, 21 de agosto de 2009

HISTORIA UNIVERSAL DE LOS HOMBRES-GATO. Josu Arteaga (Prólogo)


Así se titula la primera novela que ha firmado Josu Arteaga y para la que he escrito el prólogo, y bien a gusto. Aún no tiene editor, y espero que no le cueste mucho encontrarlo (no debería). Para los impacientes, el cuento de Josu que aparece en Resaca/Hank over (Caballo de Troya, 2008), 'La lengua de los gatos', es el origen de toda esta salvajada. Y este es el prólogo. Patxi Irurzun.

LIBRE Y SALVAJE

Un libro como este solo podía haberlo escrito uno de ellos: un hombre gato. Un espíritu libre y salvaje. Un piel roja. Un tipo curioso, como es Josu Arteaga.

La curiosidad es para que los que creen de verdad en la vida: para los que se pasean orgullosos como príncipes por los tejados y por los callejones; para los que roban a zarpazos en los platos de los estómagos agradecidos; para los que se revuelven cuando intentan ponerle el cascabel; en definitiva, para los que se defienden como gatos panza arriba y están dispuestos a morir siete veces (y a levantarse otras tantas). Para ellos. Para los demás solo hay una vida y a veces ni siquiera eso, solo un simulacro de vida.

En Olariz, el pueblo en el que transcurre esta novela, lo saben muy bien: la vida es violencia, dolor, soledad… La vida es muerte. El ronroneo de ese cadáver que todos arrastramos dentro de nuestro cuerpo y que un día despertará.

De todas todas.

Y en mitad de ese via crucis, claro, la vida también es el milagro de un huevo de dos yemas para untar un currusco de felicidad. Y las vidas que no vivimos, que querríamos vivir, eso también es la vida, quizás la vida auténtica, algo que también saben, lo saben muy bien, los hombres y las mujeres-gato de Olariz: un gato despanzurrado en mitad de la autopista o fusilado a perdigonazos es solo un gato muerto, no va a resucitar; no, los gatos no tienen siete vidas por eso, sino porque pasan las dos terceras partes de su vida soñando.

El libro, además, arranca bien, con un gran título: Historia universal de los hombres-gato. Oláriz, es solo un pueblico de Navarra, en el que el espacio y tiempo reales están desdibujados, y sin embargo ese territorio mítico e imaginario alberga el mundo entero, convertido en una bolsa de basura, que Josu Artega, que es un tipo curioso, desgarra con sus uñas como escalpelos de hombre-gato, dejando al descubierto vísceras, manos amputadas despojos humanos… La elección del medio rural en Navarra, a pesar de ese afán universal – o precisamente por él- no es aleatoria, Josu opta –creo- a conciencia por un escenario tradicionalmente poblado por furtivos sin otro licencia de caza que el hambre, por contrabandistas, por chivatos, por chaqueteros, por chiquiteros, por gente que calla y por gente a la que obligan a callar o decir lo que otros quieren oír, por asesinos en el nombre de dios y asesinos que matan envueltos en una bandera… Un escenario sobre el que perdura el odio y el enfrentamiento, el rencor, las carlistadas, la guerra civil… Un escenario, en suma, perfecto para abrir en canal cuerpos y existencias a las que hacer la autopsia de la condición humana, que al final es la misma en Oláriz que en Sillycon Valley.

Hay además -creo- en la elección de un mundo rural, un deseo de huir de ese simulacro en que se pretende convertir la vida en las sociedades urbanas y tecnológicas, en donde casi todo viene en un envoltorio (donde casi todo es, solo, envoltorio), o a través de medios de comunicación, privados o públicos, que evitan la exposición directa, el contacto humano, que para no enfrentarse a la muerte han convertido en muertos a los vivos, los han despojado de la capacidad de pensar, de juzgar, de sentir por sí mismos; frente a ello Josu Arteaga se echa al monte, se tumba sobre la tierra, decide mirar de frente, palpar y escribir con la sangre derramada sobre ella a lo largo de siglos, en una suerte de neotremendismo (pienso ahora, también en La cruz de barro, de Miguel Ángel Mala) que tiene algo de mágico (el mundo rural, en realidad, tampoco es ya como en Oláriz o como en Garmaz, los personajes de estos libros parecen más bien fantasmas enviando burbujas desde pueblos sumergidos).

Un neotremendismo, pues, rural y mágico que, intuyo, puede convertirse curiosamente en una alternativa a una fórmula narrativa, el realismo urbano y sucio, quizás ya agotada y sobre todo inofensiva (de hecho, uno de los cuentos que componen este libro, alrededor en realidad del que se gestó, fue el ganador de un concurso literario llamado Hijos de Satanás, que era un homenaje a un autor desde luego nada rural, como Bukowski).

Pero todo eso ya es pura elucubración –o tal vez, como dirían en Olariz, echar las cartas con mano de cuto- , así que os dejo ya con Historia universal de los hombres-gato, que como señalaba antes, arranca bien y –anticipo- acaba a arañazo limpio. Eso sí, antes los lectores tendrán que atravesar la plaza, los montes, las simas de Olariz, entrar a sus casas y chabisques, subirse a sus tejados y bajar a revolcarse en el barro de sus calles. Es fácil. Lo único que hace falta es un poco de curiosidad.

Patxi Irurzun (Zarraluki, 19 de agosto de 2009)

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