Hay una ciudad sobre la que nunca ha salido el sol cuyas calles siempre húmedas, duplican edificios viejos a lo largo de kilómetros de ladrillo.
Sus últimos barrios desembocan en una tierra de nadie donde las fábricas duermen un letargo de humo y fuego ahogado por el frío, un frío enfermo que ralentiza la muerte y el aliento.
Yo he visto cómo me llamaban, he oído cómo se quejaba el hierro envenenado por el tiempo y el agua, intentando liberarse de su encía obstinada.
Las paredes gimen a través de sus ventanas,
Cada cristal roto corroe las venas abiertas del sueño industrial.
Milagrosamente algunos resisten enteros tratando de ocultar su transparencia tras una antigua capa de suciedad melancólica.
Al pie de los edificios más viejos se extiende una intersección generadora de pequeños desechos y plantas que nadie encontrará en un jardín.
El borracho que cayó muerto lo sabe: el cemento y su infección de hierbas de plomo lo acogieron y ahora forma parte del suelo.
Nadie encontrará su esqueleto ni su reloj parado hace años, ni la botella que rodó discreta lejos de allí.
Este lugar sabe enterrar a los desesperados y no envidia el sol.
Sus últimos barrios desembocan en una tierra de nadie donde las fábricas duermen un letargo de humo y fuego ahogado por el frío, un frío enfermo que ralentiza la muerte y el aliento.
Yo he visto cómo me llamaban, he oído cómo se quejaba el hierro envenenado por el tiempo y el agua, intentando liberarse de su encía obstinada.
Las paredes gimen a través de sus ventanas,
Cada cristal roto corroe las venas abiertas del sueño industrial.
Milagrosamente algunos resisten enteros tratando de ocultar su transparencia tras una antigua capa de suciedad melancólica.
Al pie de los edificios más viejos se extiende una intersección generadora de pequeños desechos y plantas que nadie encontrará en un jardín.
El borracho que cayó muerto lo sabe: el cemento y su infección de hierbas de plomo lo acogieron y ahora forma parte del suelo.
Nadie encontrará su esqueleto ni su reloj parado hace años, ni la botella que rodó discreta lejos de allí.
Este lugar sabe enterrar a los desesperados y no envidia el sol.
Ilustración y texto by Toño Benavides, de Paraíso (Eje Ediciones, 2009).
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