Plegué cada prenda con cuidado
mientras te besaba atentamente.
Luego desprendí mi mano,
desmembré mi pierna,
y tracé una espiral perfecta
sólo para tí.
En lo extrañamente inmenso
de nuestro mundo ficticio
sólo existe una vez ese momento
de delicadeza absoluta,
en el que de rodillas ofrezco lo que soy.
Pero nadie tuvo nunca pupilas suficientes
para mirarme a los ojos.
Nadie pregunta,
nadie camina por senderos estrechos.
Así Nadie se convirtió en un nombre,
en una ausencia con la que converso
cada día y cada noche,
interrogando su perverso secreto.
Bebemos juntos sin juerga,
estrechamos el hilo de escalofríos
hasta que ambos volvemos a crearnos
en un círculo indefinido.
No queremos volver a llorar en un rincón
porque las palabras no sirven,
y más allá solo manda lo visible.
Esperamos, conversando,
a que llegue
el cuchillo mas desconocido.
Ilustración & poema by Leticia Vera, del blog Mi sonrisa sangra.
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