Impulsados por el imán de la calamidad
merodean y miran como si la casa
quemada fuera de ellos, o como si pensaran
que en cualquier momento algún escándalo pudiera
escurrirse
de un armario asfixiado por el humo;
ni muertes ni heridas prodigiosas
sacian a estos cazadores de la vieja carnaza,
de rastro de sangre de tragedia austera.
Madre Medea con su túnica verde
se mueve humilde como cualquier ama de casa por
sus estancias en ruinas, haciendo el inventario
de zapatos calcinados, de tapicería empapada:
privada de la pira y la tortura,
la multitud le sorbe la última lágrima y le vuelve la
espalda.
Sylvia Plath, del poemario Soy vertical. Pero preferiría ser horizontal ( Grijalbo Mondadori, 1999 ).
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