Yo, que me he herido el sexo
hasta comprobar que cada 25 días
seguía siendo niña.
Yo, que he vivido con amargura
mi condición de hembra,
que me he lastimado la vida
por no aceptar que soy
animal.
Yo, que he pasado tantos años
con Hambre,
que he roto los espejos
por no ver mi espina.
Yo, que me he excitado
cuando me acariciaban
los huesos.
Que he sometido mi biología
a la obsesión de ser transparente,
que me he hecho esclava
de las balanzas
del agua, del aire,
del váter.
Yo, que he vencido la humillación
por verme los ojos enterrados,
por palpar mis vértebras de hielo,
por apuntar con el pubis
y el esternón
como armas bien esculpidas.
Por ellos vencí la humillación,
triunfé sobre mi asco
y vencí a la gravedad.
Pero ahora
me siento como
una vaca fértil
a la que le gusta su vientre hinchado,
ver que la báscula suma,
que el pecho explota,
que la sangre no ensucia
porque los ovarios están
contentos.
Que el útero impresiona.
Ahora lloro
de felicidad
porque soy hembra.
Y me gusta.
Eva Vaz, del poemario Ahora que los monos se comen a las palomas ( Cacúa editorial, 2001 ).
.
Y a los hijos de Satanás, tus hermanos negros del redil, nos encanta que así sea, Eva, for ever & ever... v.
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