Hoy es el día en que tengo que entrevistar a
Charles Bukowski. Tengo todo preparado: la introducción, las preguntas, las
posibles escapatorias a las posibles respuestas no deseadas, las frases
oportunas para convertirme a la primera en un elemento “cercano” a su
personalidad y su prosa…
Incluso he comenzado a beber temprano.
Cerveza Miller, el genial brebaje del Doctor Henry. Es realmente buena esta
cerveza. Nada que ver con la que me intenta colocar a diario el bueno de Jeff
Beck. Si es que hasta el nombre que ha puesto a su cerveza da pereza: Beck’s.
¡Qué falta de imaginación! Debería dedicarse a la guitarra en vez de seguir
ensayando nuevos sabores en los matraces malolientes que guarda en la
trastienda de su negociado de ultramarinos. Al fin y al cabo el chaval es
diestro a las seis cuerdas…pero su cerveza…prefiero la Miller. Entra suave y fácil y
te desordena el campo visual antes de que comiences a dar cuenta del tercer
litro.
El caso es que lo tengo todo preparado y
ahora sólo pienso dónde habré dejado las llaves del coche. No puedo acercarme
hasta allí en transporte público. El viejo indecente se ha mudado a una zona
residencial cercana al hipódromo, en las afueras del Laberinto Visceral. Sí,
pone la excusa de las carreras, tener cerca su zona recreativa predilecta, pero
en el fondo creo que se trata de que los réditos obtenidos por sus escritos
comienzan a engordarle aún más el ego. Al fin y al cabo a nadie amarga un
dulce. Por lo visto ni siquiera acude ya a los bares. Eso le dijo al menos a
Sean Penn cuando éste le entrevistó, hará dos meses. ¡Otro tipejo de cuidado!
Así que sólo por ser actor de fama mundial tiene derecho a robarnos el sustento
a los plumillas de medio pelo como yo, que subsisto a base de colaboraciones en
fancines de dudosa distribución y aún más dudosa repercusión. Bueno, al muy
mamón le quedan tres asaltos, el cine sonoro ya es un hecho y a ver qué opina
el público cuando escuche su voz aflautada e histérica…todo se andará. Además:
hoy es mi día. Cuando salga de la casa de Bukowski tendré material de sobra
para comenzar mi andadura hacia la fama, estoy seguro.
Las llaves…y otra cerveza. Es imprescindible
tener a mano una cerveza. Mejor cuatro. Un par para el camino y otras dos para
invitar al viejo, eso le pondrá en situación de responder a mis preguntas.
¿Y el gato? Joder, quizás sea arriesgar
demasiado pero creo que al escritor le gustan los gatos. Le puedo regalar el
mío, así, de entrada, a bocajarro. Eso le rendirá de inmediato y podré sentirme
más cómodo al lanzarle mis preguntas. Pero a mi mujer no le va hacer ni pizca
de gracia. ¡No importa! Si supiese que la primera opción que barajé fue ofertarle
sus servicios amatorios al viejo borracho…eso sí permitiría que la entrevista
fuese fluida y relajada, y yo me sentiría más cómodo, más tranquilo…creo que
voy a tomar otra Miller, lo empiezo a necesitar. Y repasar las preguntas, sí,
aunque creo que están bien: estructuradas, directas, encadenadas, sin opción de
concesiones al entrevistado. Las he escrito y repasado en la noche, como a él
le gusta, él no escribe de día, piensa que es como acudir desnudo al
supermercado, es mejor de noche, cuando nadie te ve y la magia fluye entre los
dedos. Pues así lo he hecho yo, de noche y…y desnudo y bebiendo cerveza y
dejando que mi santa se arrodille frente a mi lúbrica herramienta…eso siempre
me relaja, no porque ella lo haga bien ni sea bella, eso es lo de menos, es
simple cuestión de nivelar necesidades. En esto le doy la razón al viejo: el
sexo es como un trance: un momento en que te instalas con la necesidad de la
urgencia y que abandonas con la urgencia de la necesidad. Ni siquiera existe la
belleza, y menos en mi mujer, jajaja, ¿cómo decía el bueno de Bukowski? Sí,
algo así como que al mirar a una mujer de las comúnmente consideradas hermosas
a él le parece estar mirando un plato de sopa, sí, es agudo…
¡Venga! Las llaves del coche…y el gato, ¿por
qué no? ¡Sí!, ¡tú!, pequeño bastardo, ven aquí, no me hagas correr tras tus
zarpas malolientes, te voy a llevar con un amigo que te tratará mejor que el
plato de sopa fría que te hace las veces de dueña, ya verás…
Y los papeles. Debo hacer un último esfuerzo
por memorizar el orden correcto de las preguntas. Deben fluir con sencillez:
sinceras y directas, como las que le haría a un amigo. Tengo que ganarme su
simpatía, conseguir que se sienta frente a un colega de correrías. No puedo
aparentar el vulgar entrevistador que soy. Al fin y al cabo pretendo que esta
sea la primera entrevista en que el maldito viejo indecente se sincere y no
juegue al ratón y al gato con el periodista dando información falsa y
carcajeándose como una anciana desdentada. Le gusta contar mentiras en las
entrevistas, siempre lo dice. Pero conmigo será distinto. El gato y las
cervezas le pondrán de mi lado…y ¿las llaves?, ¿dónde están las malditas
llaves? ¡joder!, no puede ser…mi mujer…fue al supermercado y me dijo que se
llevaba el coche mientras yo repasaba las preguntas…
No puedo ir en transporte público y no tengo
dinero para un taxi. Si llego tarde seguro que ni me abre la puerta, el muy
cabrón. Bien, cogeré más cervezas y me acercaré al supermercado. En cinco
minutos pasa el autobús que me deja allí. Interceptaré a mi mujer y le cogeré
las llaves…y el coche…¿y el gato? El maldito revisor seguro que se percata de
que lo llevo bajo mi impermeable y no me deja entrar al bus. Venga, vamos, tú,
ven aquí conmigo…
Todo saldrá bien. Todo va a salir bien. Todo
ha de salir bien. Todo debería salir bien. Todo saldrá deliciosamente bien
porque todo fluye deliciosamente fácil y suave.
Tres minutos. Se ha adelantado un minuto.
Gracias a que la cerveza me espabila y pone alerta. He sido rápido y el gato
está inconsciente tras el golpe que le he dado con el culo de la última botella
consumida. Al menos respira, no lo he matado. Menudo plan si le mato. ¿Qué
panorama! Presentarme en casa del egregio literato amante de los gatos con un
ejemplar muerto. Aún así me encuentro tan lúcido que habría podido sortear el
problema. ¿No es el propio Bukowski quien asegura que la violencia no se puede
retener en el interior?, ¿qué es una energía que tenemos que sacar si no
queremos volvernos locos? Pues eso, le diría que he sacado a pasear mi
violencia para no volverme majara. Así me contaría de inmediato entre “los
suyos”.
Todo saldrá bien.
Odio los autobuses. Apesta a perfume rancio y
sudor acartonado. Y a cerveza. Aunque por la mirada de la anciana de mi
izquierda el que debe apestar a cerveza soy yo…no importa, ella no tiene ni
idea de que tengo una cita con el gran escritor Charles Bukowski, que me he
bebido ya más de cinco litros de Miller, que llevo un gato amordazado bajo la
axila derecha, que me dirijo al supermercado con la firme intención de comprar
un corpiño y unas bragas de cuero, localizar a mi mujer, golpearla hasta la
inconsciencia, meterla en nuestro automóvil, desvestirla y volver a vestirla
con el corpiño y las bragas, tomar camino hacia la casa del escritor y…regresar
con la mejor entrevista a Bukowski que jamás se haya publicado. Con esto me gano
una sección propia en LaLetraCruzada®, ¡seguro! Cierto, regresaré solo, sin
mujer y sin gato…pero estoy seguro de haber dejado al menos un par de Miller en
la nevera.
por Mailer S. Thompson
Pablo Cerezal, de Los relatos de la letra cruzada.
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