martes, 14 de agosto de 2012

MANUAL PARA UN POSIBLE APOCALIPSIS


Por fin lo tengo en mis manos. Por fin lo he leído-bebido como un manatial. Creo que estoy/estamos ante una obra visionaria, un verdadero signo de los tiempos. Y sí, hablo de El hombre del tiempo muerto (Origami, 2012), el nuevo objeto incendiario de Alfonso Xen Rabanal. Si muchos se han empeñado en ver lejos, muy lejos, las posibles respuestas, deberían sorprenderse y muchísimo cuando las encuentren todas juntas, bien empaquetaditas, aquí, y no en el Financial Times (la economía es sólo una parte de la realidad, por mucho que se empeñen obsesivamente algunos). El tiempo del hombre muerto es lo más parecido a un grito agudo en esta desesperante sociedad atrofiada e inhumana, no es extraño pues identificarse, poética y vitalmente, con la mayor parte de la narración-verso que incluye esta obra fundamental y viva, demasiado viva para cualquier lector (casi palpita como un corazón arrancado del pecho). Por eso no puedo más que asentir y sufrir en la multitud de sus líneas divergentes ("Que sí, tú... que la culpa es de los inmigrantes, las mujeres, los funcionarios... de todo dios menos de esa parte de nosotros que vive engañada por el paraíso ficticio..." y sigue, porque la cosa sigue), perderme, desorientarme o volver a hacerme las preguntas de siempre ("Vivimos ya los tiempos que no son nuestros... a cada generación le llega ese momento en el que decide pararse y se abandona... se deja ir..."). 


Y pensar, el cabrón vuelve a dar en la diana, otra vez, como esa gente que no deja de acertar y molesta mucho a nuestra verdad de medio pelo, sujeta en la inercia tonta de la nada. Demasiada verdad no es tolerable para los supervivientes. En ese punto estamos. Decía cierto escritor muerto, que la verdad es siempre poesía. Por eso mismo siento y defiendo este El hombre del tiempo muerto como una maratón puramente poético, un buen escupitajo en la frente, esa perfecta combinación de sangre, semén y orina que debe ser un buen libro. Aquí no faltan diatribas, divagaciones estilísticas, buceo al estilo Céline, la sombra de la muerte, Burroughs, cierto hedor conocido y esa agradable sensación de placer confortable mientras se habita el caos. Mr. Xen vuelve a dar en el clavo después de ese aviso anticipado que fue La cámara de niebla (Eclipsados, 2008). Pero si aquella cámara avisaba, este tiempo nos pilla ya incendiados y hartos de ir encima de un tren muerto que no lleva a ninguna parte, en todo caso a un fin predecible en el que no somos más que carne desgastada. Porque El hombre del tiempo muerto desconfía y mucho de la silicona, los gadgets, las falsas sonrisas... todo eso que aparentemente hace la vida mejor y que justamente dinamita esa verdad que últimamente ya parece un lujo de ociosos o nostálgicos. Están a tiempo de leer este manual del último y más reciente apocalipsis. Su última oportunidad. 


Julio César Álvarez, del blog Respirar descontento.

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