jueves, 30 de agosto de 2012

A OSCURAS por Ricardo Moreno Mira.


¡Oh Dios mío! A oscuras. Otra vez a oscuras. Siempre a oscuras. Palpando, tanteando a tu alrededor, buscando bultos reconocibles. A tientas. Despacio. Llevando cuidado de no tropezar o darte de morros con una pared o una puerta (ese golpe y después un dolor sordo). 
Vuelves a la cama. Cierras los ojos. Y no puedes recordar ningún momento en que no supieses que estabas solo, totalmente solo. Siempre. 
Y ahora eres más consciente de eso, de esa sensación, ese peso muerto en la boca del estómago. Pero sabes que siempre fue así, desde niño; rodeado de gente extraña, absolutamente impenetrable para ti. 
Sospechas que no eres diferente ni especial ni único. No hay nada que pueda hacerte creer eso. Boca, orejas, brazos, sabes leer, sabes hablar, nadar, reír… Es cierto que, algunos, son demasiado estúpidos o demasiado sub-humanos; pero en ocasiones encuentras a otros con los que se puede pasar un rato agradable y tranquilo. 
Pero después siempre llega eso, esa sensación, la misma sensación, ese vacío en la boca del estómago, esa presión, ese nudo en la garganta como si tuvieses una bola de pelo en la tráquea. 
Bueno, se trata de eso. Saber eso y aguantar el tipo, no derrumbarte, ser duro. Pero yo no quiero. No quiero aguantar el tipo. No quiero mantenerme firme. No quiero ser duro. Quiero venirme abajo, quejarme, llorar como una nenaza. 
Pero me doy cuenta que no puedo. Es como si estuviera vacío, hueco por dentro. Como si fuese un pedazo de cosa muerta, una piedra. 
Sé que estoy roto por dentro. Y no hay manera de arreglar eso. Hay demasiados pedazos, demasiados trozos. No recuerdo exactamente cómo ni cuándo fue… o cómo y cuándo se fue todo a la mierda. Pero sé que es así. Es como un espejo que se ha partido en tantos y minúsculos fragmentos que ya es materialmente imposible repararlo aunque se pudiese; suponiendo que aún valiese la pena hacerlo. 
Puede que fuese la infancia, ¿quién sabe?, no me importa. He dejado de creer en cualquier redención, y menos que ninguna en la redención médica, científica y farmacológica. La terapia me suda las pelotas. La psiquiatría me suda las pelotas. Soy un hipopótamo en una charca. Un caimán flotando como un leño seco en un río sucio. Soy una hiena que chilla, una rata en el asfalto, un pez ciego en una fosa oceánica de 3000 metros de profundad. 
Hay mierda que no cambia aunque sepas cómo y qué es exactamente. 
Simplemente hay cosas que, una vez rotas, no pueden repararse.

Ricardo Moreno Mira

1 comentario:

Anónimo dijo...

Todo lo que se rompe tiene arreglo, te lo aseguro.. Lo de la garganta es cuestión de tiempo, desaparece, no te preocupes que vas bien