jueves, 8 de diciembre de 2011

LA SOMBRA por Pepe Pereza.


Me desperté al notar tu ausencia en la cama. Te vi recortada a contraluz junto a la ventana. Miré la hora: las tres y catorce de la madrugada.

- ¿Qué miras?
- Nada.
- ¿Por qué estás despierta?
- No lo sé.
- ¿Qué te pasa?
- No… no lo sé.
- Cómo qué no lo sabes.
- Me he despertado con una sensación de… no sé cómo explicarlo.
- ¿Te duele algo?
- No, no es eso.
- Entonces ¿Qué es?
- No lo sé, joder. Cómo tengo qué decírtelo.
- Está bien, no te enfades conmigo, yo solo me preocupaba por ti.
- Duérmete, quiero estar a mi rollo.


Me di la vuelta y traté de dormir, faltaban pocas horas para que sonase el despertador. El saberte ahí plantada, frente de la ventana, hacía que me preocupase y no conseguía conciliar el sueño. Me giré y me quedé observándote. Parecías una estatua de tan quieta como estabas. Por un momento temí que te hubieses convertido en mármol pero en ese instante moviste el brazo para apartarte el pelo de la cara.


- ¿Es por mí?
- ¿A qué te refieres?
- Digo que si estás así por mí, por algo que haya dicho o hecho.
- No es por ti, es solo que… no lo sé. De verdad, cariño, no lo sé. Estoy deprimida sin saber por qué.
- Vuelve a la cama conmigo.
- No, ya iré más tarde. Tú duérmete que mañana madrugas.
- Estando tú ahí, no sé si voy a poder.
- Duerme.


Seguí contemplándote en la penumbra, preocupado, sintiendo como me desvelaba. Lo que fuera que te pasaba me afectaba a mí también. Tus males eran los míos, no lo podía evitar. Me incorporé y me encendí un cigarro.


- ¿Por qué no duermes?
- Es difícil sabiendo que te pasa algo.
- En realidad no me ocurre nada.
- Entonces ¿por qué no te metes en la cama?
- Antes quiero… no sé ni lo que quiero.
- Ven, antes de que cojas frío.


Como no venías, me levanté, me acerqué a tu lado y te abracé. Estabas helada.


- Estás helada. Vamos a la cama antes de que te refríes o algo peor.
- Abrázame fuerte.


Te abracé fuerte. Temblabas. Te froté la espalda con la palma de la mano y te besé en el lóbulo de la oreja.


- Vamos a la cama.
- No, acuéstate tú, quiero estar aquí un rato más.
- Si no vienes a la cama conmigo no voy a poder pegar ojo.
- Por favor, déjame. Quiero estar a solas conmigo misma. Sea lo que sea lo que me pasa no tiene nada que ver contigo. Duerme tranquilo, enseguida me meto en la cama.
- Me lo prometes.
- Te lo prometo.


Te besé en el cuello y regresé a la cama. Acabé el cigarro que se consumía en el cenicero y cerré los ojos con el firme propósito de aprovechar las pocas horas que me quedaban de sueño. Por mucho que me concentré me fue imposible dormir. Aun así mantuve los ojos cerrados con la esperanza de conseguirlo. A la media hora noté que ocupabas tu lado en la cama. Ninguno de los dos pudimos dormir esa noche. Cuando sonó el despertador me levanté sin energías en el cuerpo. Tú fingías dormir, aunque yo sabía que lo hacías para no preocuparme. No obstante, lo estaba.Horas después, cuando regresé del trabajo, me recibiste alegre y despreocupada. Te pregunté por el asunto de la noche anterior, tú le quitaste importancia y cambiaste de tema. Sin embargo, noté que en tu mirada había una sombra que antes no estaba ahí.

Pepe Pereza, de Amores Breves.

http://pepepereza.blogspot.com/

1 comentario:

pepe pereza dijo...

¡Hey, que sorpresa!
Gracias V.

Un abrazo