Lo que más le avergüenza es subir al autobús con prisas, malditas prisas que le aceleran el corazón tom tom tom... subir los dos escalones casi jadeando y después una hora para encontrar el bono y después esa incertidumbre de no saber si quedan viajes. El uniforme verde oscuro tiene un algo de pijama de hospital que le repatea y le hace odiarlo un poco más. Otras veces lo lleva divertida y es una guerrera de camuflaje que puede con todo, esos días al subir corriendo al autobús jadea menos. El trayecto se divide en dos, un barrio apenas con movimiento y el mismo centro de la ciudad. Baja en la parada siempre de antes del quiosco y entonces eso sí, pisa segura y con la prisa más controlada. Ocho meses en la cafetería y ya se ha acostumbrado a los olores diurnos, Cruzar en medio de aquella polvareda casi sin respirar, hasta las obras forman parte de la naúsea. Fijar los pies delante de la puerta automática, sonreir disimuladamente y entrar. Un delantal negro atado a la cintura, los bolsillos y las yemas de los dedos que se tocan.
Lorehdi
Lorehdi
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