Hay cosas que son realmente importantes. Cosas que, aunque no veas, ya sea por distancia o por el simple hecho de no querer mirar, te llegan muy adentro cuando suena en tu conocimiento el gran estruendo del pasito hacia delante que acaban de dar. Para algunos es un paso atrás en sus intereses, y eso también alegra. Si piensas un momento en lo grandioso que puede llegar a ser el universo, el planeta Tierra seguramente sea una simple mota de polvo entre tantas, de un polvo distinto de las no sé cuantos millones de variedades que podría haber. Pero si te pones a pensar solamente en el planeta Tierra, la mota de polvo puedes ser tú, y no te digo ya lo que puede ser tu problema. Cuéntale a una familia de Somalia que no te comes una hoja de lechuga porque has visto un bichito negro de dos milímetros de largo… No creo que después le queden ganas de preguntarte tu opinión sobre si es mejor la playa o la montaña en el mes de Agosto.
Tiene que haber de todo, por suerte o por desgracia, pero basándome en cuestiones de respeto, diré que me da por culo cuando el pensamiento o la forma de hacer las cosas de uno es lo “diferente” y el del resto de los habitantes de este planeta, mal llamado nuestro, es lo normal. ¿Por qué lo vuestro sí y lo nuestro no? ¿Por qué todo lo llamáis utopía? ¿Cuándo Hitler contó su plan del rollo ario nadie le dijo que era utópico? ¿Y el Adán con la Eva? ¿Ese cuento no era machista?
No puedes creerte Dios y callarte lo de la Magdalena.
A lo que voy, que hay gente que se me atraganta igual que un bocado chungo a un exquisito bocata de calamares. Que pretenden que te tragues una mentira que ni siquiera se están comiendo ellos, una película mala dirigida por él, donde el protagonista es él, y las mejores cámaras se las chupa él. ¿Sí? Pues no, yo no trago. Ni con apego ni sin él. Ni con excusa ni de Blas. Ni de buen rollo ni pollas. Que no hombre, que no.
Asiento con la cabeza pero me doy el piro, sin embargo, a veces tienes la mala pata de estar atado a los prejuicios. O caes en gracia, o vete a saber. A veces no se sabe por dónde tirar pero incluso tiramos, e incluso nos tropezamos y volvemos a tropezar, pero sigues, terco, y si, por una casualidad, o porque te lo has currado, consigues una pequeña parte del fin, te sientes más orgulloso y más feliz que un regaliz. Contento contigo mismo, con una consciencia que reluce por los ventanales y te pone cara de Gusiluz. Pero otras veces, te la clavan y bien, los que no entienden de respeto, los que viven en su propio mundo y todo lo demás les da igual, simplemente es muchísimo menos importante. No desempolvan su ego porque reluce a diario. Los demás no contamos con los medios para el camino fácil, y por eso somos peores, poco menos que sus siervos. Los demás es que somos gilipollas…
No es mi intención hablar de ricos, ni de políticos, ni de creyentes, ni de faltar el respeto, de hecho me he basado en el…
Hablaba simplemente de los millones de ombligos que se creen mierda…
Y no llegan ni a pedo.
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