¡Dios mío, qué manera de comenzar el siglo! En 2001 (año en el que comenzó el siglo XXI, no el 2000, nunca está de más recordarlo) Zeke (formado en Seattle en 1993) dejaba que su punk rock atronador y veloz fuera infectado por los sonidos metálicos que también le acechaban, y a Dwarves, Circle Jerks y Ramones se sumaron Motörhead, Kiss, Iron Maiden y Slayer (entre otros) para dar a luz uno de los discos más bestiales que haya parido madre.
Porque no bajó Zeke el pie del acelerador; no hay más que escuchar los cuatro primeros cortes de Death Alley (Crossroads, Live Wire, Jack Torrance e Evil Dead, cuatro monumentales descargas en menos de seis minutos) para darse cuenta de que la energía con la que el cuarteto había cerrado el siglo (Dirty Sanchez) continuaba intacta, si no más feroz aún. Y la misma pasión por la América más profunda y pirada. Sólo en algunos temas rebajan la velocidad, que nunca la intensidad: Arkansas Man, un medio tiempo, Evil Woman y Road Ahead, dos canciones hard rockeras claramente influenciadas por los mentados Kiss y Motörhead, son ejemplo de ello.
No apto para todos los públicos, si están ustedes hartos de todo, pongan Death Alley —convertido ya en un clásico del rock— a todo trapo en su reproductor y expulsen el mal rollo de su cuerpo. Mucho mejor que cualquier psicoanalista, sin duda, con el placer añadido de dieciséis fantásticas canciones. Y recuerden: no sólo del grunge vive Seattle.
Porque no bajó Zeke el pie del acelerador; no hay más que escuchar los cuatro primeros cortes de Death Alley (Crossroads, Live Wire, Jack Torrance e Evil Dead, cuatro monumentales descargas en menos de seis minutos) para darse cuenta de que la energía con la que el cuarteto había cerrado el siglo (Dirty Sanchez) continuaba intacta, si no más feroz aún. Y la misma pasión por la América más profunda y pirada. Sólo en algunos temas rebajan la velocidad, que nunca la intensidad: Arkansas Man, un medio tiempo, Evil Woman y Road Ahead, dos canciones hard rockeras claramente influenciadas por los mentados Kiss y Motörhead, son ejemplo de ello.
No apto para todos los públicos, si están ustedes hartos de todo, pongan Death Alley —convertido ya en un clásico del rock— a todo trapo en su reproductor y expulsen el mal rollo de su cuerpo. Mucho mejor que cualquier psicoanalista, sin duda, con el placer añadido de dieciséis fantásticas canciones. Y recuerden: no sólo del grunge vive Seattle.
2 comentarios:
Qué alegría entrar aquí y encontrarse de golpe y porrazo con la portada del "Death Alley".
Muchas veces he intentado convencer al personal de que es un señor discazo, y me dicen que sí, que vale, pero que qué ruido.
Y yo les digo: Claro, ¿y cuál es el problema?
Para mí ruido es lo que hacen Melendi o José Luis Perales. Zeke es eufonía pura.
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