(Extraído del blog http://davidmurders.wordpress.com/)
Eskorbuto fueron un grupo de rock. Ahora, desde la distancia, se ven mejor las cosas. Para mucha gente Eskorbuto son poco menos que el anticristo. Yo no voy a entrar en lo que hicieron ellos como personas (tampoco les conocí) pero sí en lo que hicieron como artistas.
En primer lugar, y dado que soy escritor, quiero poner de manifiesto algo que me llama mucho la atención: en la literatura actual parece que se han asumido “sin complejos” todas las formas de arte y comunicación nuevas surgidas o en eclosión en el siglo XX: el cine, el periodismo, la tele, los videojuegos, Internet, etc. Pero no la música. Se habla desde hace tiempo de maridaje entre alta y baja cultura, pero yo no lo veo en lo que concierne a la música. Cuando digo que no lo veo en la literatura, quiero decir que tampoco lo veo en la crítica literaria.
En mi opinión, un motivo importante es que la música ha sido históricamente considerada un peligro mayor que otras artes y lenguajes contemporáneos, y hablando del Estado (Mental) de España, creo que lo ha sido debido tanto al nacionalismo (español o no) como al sistema de clases. Al nacionalismo porque el rock, en sentido amplio, es una forma de arte extranjera. Al sistema de clases porque es una forma artística de la “baja cultura”.
Los estados y otros centros organizados de poder político, siempre han favorecido las formas de arte que legitimen sus valores, nacionales y jerárquicos. Hablando de Europa, es obvio que la cultura dominante es una cultura de la razón y en la que el racionalismo, el utilitarismo, la “cultura del trabajo”, etc., son los valores mayores. En literatura, es la novela la forma ideal de tal sistema; la novela requiere sobre todo razón, trabajo continuado, orden y capacidad de representación: es el espejo que refleja la realidad y, en los mejores casos, la atraviesa para ver lo que subyace a la imagen percibida en primera instancia. “La imagen percibida en primera instancia”, esto es: la “realidad” que, acaso, se atraviesa para descubrir “lo real”, lo que la soporta.
Que “la imagen percibida en primera instancia” sea la “realidad” dota a la “realidad” de una cualidad de principio. El principio es una “verdad” de la que se parte, una “causa primera”. Y el principio de la “realidad” es el pilar maestro sobre el que descansa la socialización del individuo.
En consecuencia, pienso que la novela es la forma literaria por excelencia de la legitimación de la forma dominante de cultura occidental, esto es: la sancionada por el poder y su ideología. La novela no es posible sin la asunción primera del principio de esta “realidad”.
¿Pero qué ocurre cuando un individuo “escapa” por “error del sistema” a la socialización correcta? (Ese “error del sistema”, a propósito, puede ser cualquier “trauma” que lo aleje del principio de la “realidad”). Yo creo que ocurre o puede ocurrir que aparezca el artista, un enfermo que trata de curarse a sí mismo, según Freud.
Este artista, o tipo de artista, quizá incluso un novelista, puede, por lo tanto, no sancionar con su obra la legitimidad del principio de “realidad” que presenta el poder:
“Creéis que todo tiene un límite. Así estáis todos limitados.” (“Cuidado”,Anti Todo, Eskorbuto)
Pero el novelista, cuando cuestiona ese principio de realidad con sus obras, lo hará típicamente, o tópicamente, en o desde la madurez, con todo lo que ello implica, mientras que otro tipo de artista, no es que cuestione el principio, es que lo niega al hacerlo desde la inmadurez. Pero, si lo hace desde la inmadurez, ¿de dónde ha sacado su conocimiento? ¿Cuál es su principio?
Su principio no es, como se supone que debería ser, el principio de la “realidad”; y eso es una amenaza que puede acabar “Jodiéndolo todo” (título de la primera maqueta de Eskorbuto, con subrayado mío). Y a eso se ha llamado transgresión.
Según Nietzsche, el giro y la decadencia de la tragedia griega ocurrió cuando Sócrates puso la razón y por lo tanto la creación artística consciente, basada en la razón y no en el instinto, basada en principios abstractos, como valor supremo del arte, imponiendo así un “mundo a revés”[1], una “realidad”, sugiero yo, donde lo “real” quedaría solapado y relegado a un lugar posterior, oscuro e “irreal”.
“Nunca dudes de las cosas que pasan en la oscuridad, que hasta tu sombra te abandona.
Estas completamente solo ante lo desconocido.” Eskorbuto.
La subversión de este “mundo al revés” es lo que se llama radicalismo (como en el filósofo radical Nietzsche), y ahí hay que buscar el significado de Eskorbuto como obra de arte. Porque lo es, pero es una obra que hace tambalearse el principio de realidad contemporáneo, inseparable también del sistema de clases y de la “identidad nacional”.
Y vuelvo a la literatura contemporánea, sin lugar a dudas tan dependiente del principio de realidad y, por tanto, necesariamente opaca a la música rock en sentido amplio como arte y como lenguaje, puesto que ésta ni siquiera parte del mismo principio y, por lo tanto, es un “error”, es decir, una cuestión meramente sociológica, subculta y subnacional, adoptada por imitación y por puro hedonismo. Es decir: no es arte, es un fenómeno social parejo en importancia a la moda, una parte de la realidad, es realidad, es vida, en bruto, entrópica, acrítica, anti-intelectual, sin significado válido o traducible o que afecte a la realidad y al “pacto” (¿quién lo ha sellado?) de la “realidad” y lo “real”, y, y, y, por lo tanto, sólo puede ser tenida en cuenta cuando es una música que respeta el orden nacional y de clases; y cuando, si acaso, la consideremos arte, respetará el principio de la realidad quedándose a la altura que le corresponde en el sistema pactado. Oh, Oh, Oh.
Un inciso: El clasismo es la negación de las otras clases (y así puede parecer la ausencia de distinción de clases), no la constatación más o menos clara de su existencia y sus límites, y mucho menos aún, de su genio.
Otro: El nacionalismo es la negación de otros centros de identidad y poder político en el territorio del Estado o de la periferia diferente. Así hace, también, el apolítico “ingenuo”.
Y para terminar, por ahora, voy a enlazar dos canciones de Eskorbuto. Se trata de dos canciones narrativas, precisamente. Me fascina cómo la música, sus acentos, su voluntad, todos sus golpes y silencios, cada desgarro de la voz, soportan, subrayan, tensan y destensan, y, en definitiva, son la narración, tanto como lo es el texto en abstracto. Son maestros de la exageración.
Llámalo ingenuidad si quieres, pero yo a esto lo llamo genio.
Soldados, Eskorbuto, Zona Especial Norte (1984 – L.P. Compartido con R.I.P.)
Tamara, Eskorbuto, Anti Todo (1985)
De “Sócrates y la Tragedia”. En El nacimiento de la tragedia, Alianza, Buenos Aires, 1995, pp. 213-229. Traducción de Andrés Sánchez Pascual en NIETZSCHE, F., TOMADO DE
4 comentarios:
Eskorbuto, el grupo más honesto del mundo (y el mejor)
Patxi
estupendo ensayo, david, y tremendos eskorbuto...
salud & fuerza.v.
Muy interesante.
Estoy de acuerdo en que, al menos cierto tipo de música como la de Eskorbuto, no ha tenido paralelismo literario, aunque alguna gente de esta casa se han acercado bastante. Y eso es muy bueno.
si quieres vivir feliz y contento
Eskorbuto al parlamento!!
Que grandes!!
(Tú eliges, de ti depende)
Salud
Publicar un comentario