martes, 8 de septiembre de 2009

NO SOY UN ASESINO. Patxi Irurzun



Intento no pensar en ello
pero la muerte permanece
agazapada
en todo lo que está vivo

En los pájaros posados en la carretera
que huyen del sudario de nieve sobre campos de trigo
que ya no se convertirán en pan
y en el hombre al que mataré hoy,
día de nochebuena.

Matar a un hombre,
no es tan diferente a matar un pájaro
golpeándolo con el coche
si uno deja que sea la rabia quien lo conduzca.

No soy un asesino,
me digo,
un disparo es solo un golpe al otro lado del cristal
que nos separa

Intento no pensar en ello,
en los ojos de la gente que me miran
cuando bajo del coche,
esos ojos que no me ven,
que solo ven
a otro hombre como ellos…

Hasta que saco la pistola
y me cubro con el pasamontañas.

Ahora todo cambia de repente
pero ni siquiera ahora
soy un asesino,
me digo,
y también
que no me importa lo que piensen los demás
ni lo que escriban mañana en los periódicos,
no soy un asesino,
me repito,
y entro decidido al bar.

El hombre que voy a matar
es el último que se vuelve hacia mí
Parece como si supiera que
algún día llegaría este día.

Lo veo apurar su vaso de vino
rojo como sangre espesa
y miro sus manos
esas manos con que retuerce los testículos
de los detenidos
las mismas manos con las que
algunas noches
acaricia
a su perro,
a su mujer,
a sus hijos…

Intento no pensar, tampoco, en ello,
solo en que alguien debe hacerlo,
alguien debe matarlos a ellos
para que nosotros
sigamos vivos

Después el hombre me mira a los ojos
y durante un segundo
me veo a mí mismo al otro lado del cristal

El hombre que voy a matar y yo
somos los únicos en este bar
que entendemos lo que va a suceder

Matar a un hombre no es tan complicado
sobre todo cuando ese hombre
sabe que merece morir.

Así que levanto el arma,
apunto a su cabeza
y disparo dos veces
¡BUM, BUM!

No tengo miedo,
ni siento que he roto ningún principio sagrado
no me impresiona oír los gritos a mi alrededor
ni verlo a él desplomarse
todos los días mueren miles de personas
y a nadie le importa
ni los periódicos escriben sobre ellas

La muerte es ley de vida,
permanece
agazapada
en todo lo que está vivo

Y yo ahora solo siento alivio,
y satisfacción por haber cumplido
rápido y sin dudar
mi trabajo

Alguien debe hacerlo
alguien debe matarlos a ellos
para que nosotros sigamos vivos
me digo,
y salgo a la calle con el rostro cubierto
y la pistola humeante
-como el vaho de mi propia respiración-
todavía en la mano.

Lo hago por precaución
para que no me reconozcan
y a la vez para que lo hagan,
para que sepan
que estoy por encima de las leyes
impuestas por el enemigo.

Para que tengan miedo de mí
y se lo pierdan a ellos.

Fuera, el coche espera con el motor encendido
como un animal nervioso y salvaje
y arranca dando mordiscos a aceras y bocacalles
hasta que la víctima queda atrás
y el único rastro de sangre
es el sabor de dos corazones
entre los dientes

Después,
poco a poco,
también quedan atrás
los gritos,
el eco de los disparos,

BUM


bum

y el leve estertor del hombre al que he matado
huyendo de su boca
como un pequeño pájaro,

como uno de los pájaros asustados
que vuelvo a atropellar con el coche
mientras conduzco,

mientras me alejo

mientras vuelvo a convertirme
en un hombre como los demás
y por un momento siento que esta noche
del día de nochebuena
lo que realmente me gustaría,
es estar en mi casa
(en lugar de encerrado y
solo
en un piso franco)
y acariciar
a mi perro,
a mi mujer,
a los hijos
que no tengo…

Pero intento no pensar demasiado en ello.

No soy un asesino,
me digo,
y por la ventanilla
veo extenderse
a mi alrededor
un sudario de nieve
y silencio.

http://ajustedecuentos.blogspot.com

1 comentario:

Javier Belinchón dijo...

A mí me ha gustado este poema.

Abrazos.