miércoles, 9 de septiembre de 2009

JEAN GENET EN TÁNGER

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En el nº 46 de la Revista Debats, en diciembre del 93, regalaron este librito (74 páginas) que acabo de conseguir. Dos grandes (y malditos) frente a frente: Jean Genet y Mohamed Chukri. Dos escritores censurados, en ocasiones con problemas para publicar, que conocieron en sus días de juventud las privaciones, el hambre y la miseria. Chukri vio un día a Genet en Tánger y se acercó a presentarse. Se hicieron amigos. Este libro es el diario que escribió Chukri sobre sus encuentros en los años 68, 69 y 70. Juntos van a los cafés y conversan, especialmente de literatura. Como afirma otro grande en el prólogo, William Burroughs: Es un retrato a cuerpo entero de Jean Genet. Cualquiera que lo lea verá a Genet tan claramente como lo vi yo en Chicago. Además, estos días el autor francés vuelve a estar de moda por la publicación de Genet en el Raval, de Juan Goytisolo. Para mí este volumen es una pequeña gema que vuelve a demostrarme el talento rápido y ágil de Chukri. Os dejo con unos fragmentos:

Llevaba conmigo un ejemplar de Rojo y Negro. Hojeó las páginas. ¿Le gusta esto?
Sí. Primero lo leí en árabe. Ahora lo estoy releyendo en francés. Y añadí: La vida familiar de Julien es como la mía en cierto modo. Una cosa en particular es casi idéntica: Monsieur Sorel entregó a su hijo Julien al alcalde del pueblo por trescientos francos al año, y mi padre me alquiló por treinta pesetas al mes a un fumador de hachís que llevaba un café en el barrio de Ain Jabbaz, donde vivíamos en Tetuán.

*
Entonces H. le preguntó a Genet por qué se alojaba en el Minzah si le gustaba la compañía de los marroquíes más pobres. Genet rió.
¿No sabes por qué?
No.
Porque soy un perro sucio. Me alojo en el Minzah o en el Hilton porque me gusta ver a gente elegante sirviendo a un canalla inmundo como yo.
Todos reímos. H. dijo: ¿Y por qué habrías de ser un canalla inmundo?
Porque eso es lo que creen que soy.

*
Estábamos sentados en la terraza del Café de París.
Pareces triste hoy, le dije.
Yo siempre estoy triste, y siempre sé por qué, replicó. Acepté su tristeza y no le presioné más. Yo tengo mis propias tristezas.

José Ángel Barrueco, de Escrito en el Viento.

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