Se fue mi compañera y me quedé
mirándome la punta del zapato.
Ha pasado un año desde entonces. Antes
luchamos contra el cáncer y también entre nosotros
hasta que una oncóloga llegó con la noticia:
habíamos perdido y solo nos quedaban
de tres a siete meses para despedirnos.
Nos fuimos a la playa y estuvimos hablando
de qué íbamos a hacer con nuestros niños.
Metimos los pies en el agua, y estaba tan helada.
Me dijiste que intentarías entrar en nuestros sueños.
Que sean húmedos, contesté, y nos reímos.
Es curioso cómo me olvidé las cosas malas
y cómo resplandeces en cambio en mi memoria
de las épocas felices, en Bosnia o en Madchester,
o con Miguel en los brazos, paseando.
Un año entero ha pasado y la punta del zapato
se ha gastado de mirarla. Estás más
guapa que nunca, eres ahora
más feliz de lo que fuiste, y te sigues riendo
corriendo por la calle, en abril de dos mil tres,
diciendo mírame, bajo la lluvia.
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