Veo muchas mujeres.
A mí,
me prohibió serlo
el esqueleto
de huesos negros,
el que sólo amaba
lo erecto.
Me raptó,
en su bella telaraña
membranosa,
para rociarme
de vino todas las noches,
para hacerme desear
ser una torre gigante.
Así escupió
en mi sexo,
lo cubrió de tierra
y maldijo sus terribles
dientes afilados.
En una mano
portaba una antorcha.
En la otra,
el bastón del miedo.
A mí,
me prohibió serlo
el esqueleto
de huesos negros,
el que sólo amaba
lo erecto.
Me raptó,
en su bella telaraña
membranosa,
para rociarme
de vino todas las noches,
para hacerme desear
ser una torre gigante.
Así escupió
en mi sexo,
lo cubrió de tierra
y maldijo sus terribles
dientes afilados.
En una mano
portaba una antorcha.
En la otra,
el bastón del miedo.
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