Jack Hirschman me aconseja que cuando llegue al museo beat pregunte por Jerry, el dueño del lugar, y que le diga que soy amiga de la casa pues así me dejará entrar gratis. No hace falta. Apenas entro nos reconocemos. Es el mismo Jerry que Sherry me presento el otro día en Caffe Trieste. En la pared fotografías de Ginsberg, Neal Cassady a carboncillo, una pintura de Aggie en la pared, libros de Jack en el estante, un poster de Ferlinghetti, poemas de Corso, Kaufman, ediciones antiguas de todos los libros de Kerouac... y eso es sólo el comienzo. A la izquierda hay una vitrina con un maniquí de hombre que viste una camiseta blanca y negra, es la camiseta con la que Cassady inició la ruta.
Hay un segundo piso, pero Jerry me detiene. Escuché que también hiciste un documental sobre un músico anarquista. Si quieres te pongo ahora mismo el documental The Source, de Chuck Workman. Lo has visto? No -respondí- Pues adelante, la sala es para ti solita.
No puedo negar que la idea me encanta. Quien me conoce sabe que las películas me gusta por lo general verlas sola o junto a una compañía realmente buena, pero nunca me han gustado los cines repletos, los sonidos de comida en mis oídos, las risitas en la sala oscura. Jerry me leyó el pensamiento.
La sala es pequeña. Una televisión en el centro. Suficiente. Comienza la película. Me engancha. Puedo escuchar por primera vez las voces de los beat. Hay escenas jodidamente buenas. Cassady en un video casero. Kerouac en una entrevista de televisión. La foto de Ginsberg y Corso desnudos. Burroughs hablando sobre el pequeño detalle en la muerte de su esposa. Bob Dylan salta a escena. Estoy sola, apoyo mis piernas sobre el asiento de al lado. Abro mi cuaderno y anoto nuevos nombres que saltan en pantalla. Viajo, viajo adentro de esa pequeña y oscura sala. Pero regresaré del viaje. Sé que un segundo piso me espera...
Carla Badillo Coronado, del blog Mujer en tierra firme.
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