Con Bukowski compartí horas de literatura y de buen vino
Mayte méndez | Santa cruz de Tenerife .
Imagino que no es la primera vez que se lo dicen pero Anagrama es una editorial que parece conectar muy bien con los veinteañeros y treintañeros, que en cierto modo se sienten muy identificados con las obras publicadas ¿A qué cree que se debe este éxito?
-Sí, lo he notado mucho. Pero también lo notaba hace veinte años. Es decir, que siempre las diversas generaciones de jóvenes se han identificado con nosotros. Y ahora, muchos escritores de América Latina que estoy publicando me lo hacen saber. Los autores que publicamos conectan muy bien con la juventud, pero no con la juventud cronológica sino con la gente de espíritu joven que a veces buscan un tipo de literatura más osada, más extrema.
-¿Fue usted quien introdujo en España la obra de autores como como Bukowski o Jack Kerouac? ¿Trajo usted a los escritores de la llamada generación beat?
-En algunos casos ya había en España ediciones anteriores pero en todo caso fue Anagrama quien los lanzó de forma programática y fue cuando llegaron a ser conocidos por el gran público.
-¿Cómo decidió usted mirar más allá de los mares y apostar decididamente por los autores malditos americanos?
-Por que encajaban con ese posible espíritu de Anagrama. Primero publiqué a Bukowski, Brautigan, al nuevo periodismo y a Hunter S. Thompson, y luego a la generación beat. Ahora he recuperado a John Fante, que era el autor favorito de Bukowski.
-¿Llegó a conocer o conoce a muchos de los autores que engrosan su catálogo?
-A algunos sí y otros no. Pero sí que conocí a Bukowski.
-¿Y como era? ¿Era tal como se presenta en sus libros, es ese Henry Chinasky que conocemos o esto solo era fachada, un personaje creado?
-Era bastante parecido a lo que se puede leer. Yo he publicado varios libros que en realidad son viñetas de editorial, retratos de escritores y editores. Hay uno en el que cuento nuestro viaje a casa de Bukowski: Estábamos en Los Angeles y yo lo había llamado para conocernos. Nos citó en su casa. Fue curioso ese encuentro porque él mismo, en short, nos abrió la puerta de su casa, una vivienda individual. Nos saludó y luego vino su mujer, que era una chica joven muy guapa que tenía un restaurante de comida naturista y macrobiótica. Luego, él bajo a los tres minutos ya con pantalones largos y bien peinado. Allí empezamos a charlar y charlar sacando botellas de vino blanco. Después de todas las décadas de vida decrépita que pasó, en los últimos años y gracias a las ventas en Europa más que en Estados Unidos. En ese momento Bukowski ya bebía en vez de cerveza barata vino blanco del Rhin. Allí, en su casa nos bebimos ocho botellas de vino entre los cuatro y sin comer, ya que por cuestiones de horarios pensamos que iríamos a cenar y ellos ya habían cenado... Fue muy divertido todo aquello; hablamos mucho de literatura. Era muy crítico. Recuerdo que cuando le preguntaba por algo que no le gustaba se limitaba a decir Shit y que del único que me habló con veneración fue de John Fante. El propio Bukowski editó el primer libro de Fante, Pregúntale al polvo, con prólogo de Bukowski en el que decía que Fante era su dios. Esto ayudó mucho a que póstumamente su obra se publicara en Europa.
-¿Dónde tiene usted recogidas todas estas vivencias, todos estos encuentros?
-Las he ido volcando en diferentes publicaciones. La primera fue Opiniones Mohicanas, que se publicó en Acantilado. También hubo varios en América Latina y luego en Anagrama las recogí en el libro titulado Por orden alfabético. Escritores, editores, amigos. Y luego, uno que puede encontrase en España y que me hace especial ilusión es Para Roberto Bolaño. Éste fue mi homenaje a Bolaño, que creo que es un gran autor, uno de los mejores que he publicado.
Publicado en La opinión de Tenerife
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