El mundo lo gobierna la mujer
con un radar sutil y vibraciones
y mandos a distancia algunas veces.
Como controla el sol a los planetas
para que no se escapen de sus órbitas.
Con un mínimo esfuerzo por su parte.
Le basta permitir que un corto rato
ocupe su incisión un pedacito
de carne apasionada de los hombres.
José María Fonollosa, de Ciudad del hombre: New York ( Quaderns Crema, 1996 ).
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